(LA COLUMNA DE COLOMER) Difícil resulta hacer un análisis racional en medio de tanta locura y tanta emoción. Se ganó un partido de esos que quedan para el recuerdo. Por lo emotivo, por la lluvia, por lo agónico y por lo inesperado. Porque parecía una noche tranquila después del 3-1 pero la lesión de Tula rompió el partido y lo que era tranquilidad fue pánico. Y porque cuando parecía que se perdían dos puntos clave, apareció la pirueta de Riaño para hacer estallar la garganta y los corazones rojos.
Aguante corazón, aguante. Aguante porque Almirón sigue sin aprender y hace en el entretiempo los cambios que debería hacer en la semana. Ayer estuvo a dos minutos de pagar caro ese capricho que viene repitiendo hace rato. Esos dos cambios que se regalan nos obligaron a terminar con Tula lesionado y de delantero. Un hombre menos, claramente. Y un equipo partido, desordenado y resistiendo ante un Quilmes que nos metió con pelotazos y pelotas parada. Por las declaraciones post triunfo pareciera que finalmente Almirón entendió que Pisano debe ser titular en este equipo, sobre todo si el que juega en su lugar es Vallés.
Otra vez regalamos un tiempo. A esta altura ya parece una especie de cábala, sino no se entiende como viendo los cambios que generan en el equipo el ingreso de jugadores como Pisano y Pizzini, no se busque hacerlo de entrada. En el primer tiempo volvimos a ver a un Independiente inofensivo, con muchas dificultades para abrir la cancha por los costados y con sus delanteros jugando muy lejos del área. Casi sin patear al arco ni generar situaciones. El gol de Quilmes pareció despertarlo y ahí vimos algo de presión alta, toques de primera y salidas prolijas que generaron las jugadas de los dos penales. Aunque de los dos, solo nos cobraron el primero.
En el segundo tiempo se vio un equipo totalmente diferente. De la mano del desequilibrio de Pisano, el oportunismo de Riaño y la inteligencia y el despliegue del enorme Mancuello. Pero parecía que después de tres partidos, la suerte nos soltaba la mano y nos iba a ser pagar caro las malas decisiones. Y fue ahí cuando apareció una de las mejores virtudes que tiene este equipo: la cabeza. Este Independiente sigue dando muestras de ser un equipo mentalmente fuerte. Tuvo muchas adversidades y nunca se da por vencido. En las últimas semanas dio vuelta el resultado más veces que en los últimos 10 años. Después del empate nadie imaginó el desenlace épico y el delirio final. Y si el equipo demuestra que está bien de la cabeza, nosotros los hinchas estamos bien del corazón. Ayer tuvimos una prueba de fuego.
La ilusión viaja al Monumental. Necesito una reivindicación histórica con esa cancha. Es el partido ideal para dar el salto que necesitamos. Nada de temores ni cuidados. Es a todo o nada. No sirve ir a empatar. Hay que ir a sacar chapa, demostrar que realmente el Rey está volviendo. Aguante corazón, aguante.