En una noche que terminó con un grito desaforado, Independiente se quedó con una victoria clave en Avellaneda. Fue 2 a 1 ante Boston River por la segunda jornada del Grupo A de la Copa Sudamericana, en un partido que tuvo de todo: un primer tiempo para el olvido, una mejoría evidente en el complemento, y un final con el corazón en la boca.

El Rojo jugó una muy floja primera parte. Impreciso, desconectado y sin profundidad, por momentos fue superado por el conjunto uruguayo, que con poco logró complicar y sembrar incertidumbre en el Libertadores de América. Los cambios no se hicieron esperar: en el entretiempo Julio Vaccari mandó a la cancha a Pablo Galdames y reacomodó piezas. Felipe Loyola pasó al lateral derecho y a partir de allí, todo cambió.

Con otra intensidad y mejor funcionamiento, Independiente tomó el protagonismo. El gol no tardó en llegar: Luciano Cabral, con un envío preciso, asistió a Gabriel Ávalos, que la bajó con categoría para que Galdames definiera cruzado y pusiera el 1 a 0. El equipo tuvo varias contras para liquidarlo, pero entre la falta de precisión y las atajadas de Munoa, el resultado seguía corto.

Y a cinco del final, el golpe inesperado: Boston River encontró el empate con un remate seco tras un rebote, en lo que fue su única llegada clara del segundo tiempo. Parecía que se escapaba una victoria fundamental... hasta el descuento.

Una gran maniobra de Santiago Millán terminó en los pies de Loyola, que tiró un centro perfecto para Galdames. El chileno, que ya había marcado el domingo ante Lanús, apareció solo en el segundo palo para empujarla y desatar el delirio. Tercer gol consecutivo para él y triunfo sufrido, pero merecido.

Independiente ganó y empieza a encarrilar su camino en la Copa. No jugó bien, es cierto, pero mostró carácter para reponerse a una situación incómoda y, sobre todo, tener la última palabra. En Sudamericana, eso también vale oro.