acostumbrados a ganar
acostumbrados a ganar
Acostumbrados a ganar
11/08/2015
Por: Román Failache
11 de agosto de 2015
No sé si les pasará lo mismo, pero el viernes pasado no me senté a ver a Independiente, sino a ver "cómo ganaba Independiente". Antes del comienzo del partido, no barajaba una derrota dentro de las posibilidades. Me dirán "Y claro... ¿Qué esperabas? Si jugaste contra un rival que milita en la B Metro". Sin desmerecerlo, es verdad. ¿Qué puede uno esperar ante un rival que se posiciona en dos categorías inferiores, si no es una victoria? Sin embargo, el punto no pasa por ahí. Va más allá de las características de quién esté en frente. Este equipo te vende firmeza y convicción.
Con la lupa sobre el Independiente versión post Copa América, su juego transmite tranquilidad, parsimonia, orden, calma. Llamalo como quieras. Indistintamente del nombre del adversario, genera sensación a victoria desde antes que comience el partido. Patea más de lo que le llegan, bloquea bien los avances y se muestra seguro ante la presión rival. En este 2015, Mauricio está organizando un cambio y propone una nueva forma de gobernar un equipo que, a cada partido, demuestra que le rinde homenaje a ese término. Lo dije la semana pasada: Independiente ya no es más Mancuello-dependiente y ya no aguarda los chispazos de Pisano, quien en cada aparición brilla por su ausencia y se postula como primer candidato a ser reemplazado por el Cebolla.
Independiente se asocia; si Méndez no es determinante en el mediocampo, emerge la figura de Vitale, el modelo del 5 contenedor: quite y descargue a los costados, siempre tocando con criterio. El señor del juego simple, que oxigenó el mediocampo. Promisorio futuro; si Papa hace agua, desequilibra Tagliafico, otro de buen presente; cuando a Albertengo se le oscurece el panorama, aparece Vera -que con tres partidos me compró- para que nunca falte un referente en el área. Complementándose, Independiente hoy es un equipo que se sustenta en las bases de un juego colectivo.
Hilando fino, aún con todos estos puntos altos, de los cinco partidos disputados, el del viernes fue quizás el más flojo. El pelo de este huevo es que Independiente genera mucho más de lo que convierte. Ojo, no es un problema actual: acarrea este estigma desde hace, por lo menos, cinco años. Con Rafaela, Colón y Español mereció haber convertido más goles, pero le cuesta capitalizar situaciones y hace refulgir la figura de los arqueros rivales. Es importante trabajar sobre este detalle si se analiza el juego. Independiente todavía no llegó a ser ese dominador nato que tanto anhela el DT, ni como lo fue en algunos tramos de la etapa anterior -perdón por seguir exhumando el cadáver de Almirón-, y eso vuelve imperiosa la necesidad de convertir las chances que se tienen.
Dejando de lado el ojo clínico con el que se analiza esto, da la sensación de que la senda del presente transita por el buen camino, que Independiente sale a la cancha seguro de que va a ganar. Asimismo, es recién el comienzo. Habrá que medirse con rivales de mayor renombre para saber para qué está realmente este equipo. Pellegrino superó las duras pruebas de librarse del despectivo preconcepto de "defensivo", y de tomar un equipo desarmado y empezar a refaccionarlo; ahora vendrán más difíciles. Por el campeonato, aún quedan Lanús, Racing y River, e Independiente tiene un desafío mayor si se piensa que competirá en tres frentes distintos. Comienzan las pruebas de fuego: en los siguientes 16 días, deberá disputar 5 partidos. Se acabó la tutía. Llegamos a este punto acostumbrados a ganar, y eso seguiremos exigiendo.