basta
Por: Juan Manuel Colomer
19 de febrero de 2016
Los resultados suelen ser un arma de doble filo. Cuando tenés la fortuna de que se den a tu favor, tapan todo. El hincha y los protagonistas, quedan ciegos y rendidos ante las victorias y no se detienen jamás a analizar profundamente cómo se llegó a lograrla.
Pellegrino asumió en Independiente y tuvo un arranque a puro resultado. Supo hacer de la defensa su bastión principal y encontró (y potenció) a un Martín Benítez desconocido para propios y extraños. Con eso y la llegada de algunos refuerzos de categoría, logró encaminar un equipo que venía de capa caída tras la salida de Almirón.
Pero el funcionamiento del equipo no respaldaba los resultados conseguidos. Los picos más altos estuvieron en las victorias contundentes (en el juego y en el marcador) ante Racing y River. Un buen primer tiempo ante Olimpia por Sudamericana y no mucho más, para un técnico que en definitiva consiguió más puntos de los que quizás supo merecer por lo que ofrecía en la cancha.
Los resultadistas y amantes de las estadísticas enrostraban semana a semana el alto porcentaje de efectividad de Pellegrino. Claro que esos números no discriminaban las victorias ante rivales menores y las derrotas en partidos clave o definitorios que, a la postre, terminaron significando que Independiente perdiera todas y cada una de las chances que tenía de entrar a la Copa Libertadores. Eliminado de Copa Argentina primero, de Copa Sudamericana después y perdiendo la Liguilla a manos de Racing.
El 2016 se le presentó mucho más crudo y hostil a Pellegrino. En el verano, apostó por los que venían jugando e increíblemente probó pocas variantes. Los refuerzos fueron de vacaciones a Mar del Plata y, más allá de ser partidos amistosos, el equipo empezó a encender luces de alarmas que, al parecer, la cabeza del grupo no quiso atender a tiempo.
Arrancó el torneo y en el debut ante Belgrano la lluvia borró la maldad, la fortuna le volvió a guiñar un ojo y Pellegrino ganó un partido más casi sin patear al arco. Mostró graves falencias en el juego, la postura y la actitud, además de un esquema insostenible, que los tres puntos y su terquedad no le permitieron cambiar para
viajar a Mendoza. Insistió con el dibujo, insistió con la idea de esperar y especular, en lugar de jugar y arriesgar, y tan solo pudo salvar el invicto ante un Godoy Cruz en formación. Otra vez un resultado (a medias) disfrazaba un problema grave de fondo.
El miércoles se le corrió definitivamente el maquillaje. Se le cayó el disfraz. Rosario Central y las ideas de su técnico, sumado a que la fortuna y el resultado le “soltaron la mano”, lo dejaron expuesto en su capricho de haber insistido con un esquema y unos nombres que no habían funcionado tan solo cinco días atrás. Ni hablar de la
insistencia en esa postura de un equipo que espera, no presiona, especula, desprecia la pelota y no tiene una identidad de juego. ¿Cuál es la idea de este equipo? ¿Cuál es la propuesta?
Se le pide a gritos jugar con dos delanteros. En realidad poco importaría esa cantidad si los volantes pisaran el área, si los laterales pasaran decidida y constantemente al ataque y si el equipo jugara 20 o 30 metros delante de donde elige jugar. Anoche terminó con cuatro delanteros y la anemia ofensiva no se solucionó. Aunque conceptualmente, mandar a la cancha a todos los delanteros cuando vas perdiendo, deja mucho que desear en un entrenador. ¿Por qué perdiendo si y de entrada no?, seria la pregunta también. Muy poco concepto
y demasiadas incoherencias para un solo técnico. Una confusión generalizada que se refleja en el campo de juego.
Se ve un Independiente con mucho miedo. Hay temor en el entrenador y eso se traslada a los jugadores. Jugadores que no se animan a dar pases hacia adelante, no se atreven a gambetear ni arriesgar. La imagen y la idea de Pellegrino se traspone en sus jugadores adentro del campo. Uno puede tener un mal partido. Todos pueden tener un mal partido. Ahora, cuando todos los jugadores juegan mal todos los partidos, hay una falla del técnico. Pellegrino no muestra voluntad ni capacidad de cambio. Tiene plantel y jugadores para proponer otra cosa. Esa debe ser la crítica mas grande. Mas allá de que se pueda ganar o perder.
En un torneo extra corto, ya estamos a cinco puntos del puntero pero mucho más lejos aún si analizamos rendimientos. El partido del domingo, sea cual sea el resultado, no puede servir para seguir tapando el sol con las manos. No se puede caer en el mediocre “salvar el año” por ganar un partido que ganamos toda la vida. La gente quiere sentirse representada por el equipo. Queremos un Independiente protagonista, que asfixie a los rivales con la presión para recuperar la pelota y que cuando la tenga busque constantemente el arco de enfrente.
Basta de especular, basta de no arriesgar, basta de esperar, basta de jugar al error del rival, basta de tener miedo. Y, si el técnico no lo entiende y no cambia, será hora entonces de decir basta de Pellegrino.