Es incalculable lo que vale este triunfo, quizás en uno de los peores partidos de la era Holan. Por momentos del juego, Independiente se pareció más al de otros ciclos, con un fútbol lateralizado formando una U entre la línea de la defensa y la del medio que aburría, sin ideas ni profundidad ni llegadas al arco contrario. Pero este equipo siempre tiene un plus y es que no se da nunca por vencido, cualidad contra la que es muy difícil de competir.
No se puede decir que ganar el partido con el corazón, cuando la dinámica del sistema no aparecía, fue un recurso; más bien se trató de una característica. La C de compromiso, la A de Actitud, la I de Intensidad y el apoyo de un estadio identificado con el plantel volvieron a confabularse para rescatar una victoria que rememoró la esencia emocional en su estado más pura que tiene este deporte. El estruendoso grito de la gente en el segundo gol es la fiel representación de que el hincha mantiene en vilo el sueño de volver a la Copa Libertadores.
Ayer, a Independiente le faltó casi todo, pero le sobró carácter. Individualmente, los cuatro de arriba tuvieron una noche para el olvido, casi sin poder penetrar ni encontrar chances netas para marcar. Faltó asociación en un mediocampo que pareció partido y que contaba con poca presencia en un equipo demasiado ancho. La pelota parada, tanto en ataque como en defensa -repito esto por enésima vez-, volvió a ser y sigue siendo parte del debe en la lista de Ariel Holan, que marcó horrible en el gol en contra y mediante la cual no encontró a ningún cabeceador en las ejecuciones al primer palo de Rigoni. En líneas generales, el equipo -salvo la defensa- se encontró con muchos problemas a la hora de tener que resolver situaciones.
Sin embargo, hay tres momentos y aspectos claves del partido para destacar y que son, en parte, un indicador del porqué de la victoria. El primero, tener un arquero calificado y a la altura de este club. De no ser por Martín Campaña, quién sabe qué hubiera pasado con la jugada de Ignacio Pussetto y el resto del partido. Su constante concentración, sus reflejos y aptitudes también empujan a los compañeros. El tener a alguien que te respalde de la forma en que lo hizo ayer en esa jugada es un envión anímico que te obliga a dar más.
Tener un capitán como Tagliafico, que nunca te deja a gamba, y que en el minuto 95 es capaz de encontrarle un tiempo más a la jugada y sacar un conejo de la galera con el quirúrgico pase a Albertengo representa el segundo. No por nada su trabajo es recompensado con el merecido llamado a la Selección. Es el mejor lateral del fútbol argentino por lejos, hoy devenido a central por necesidad; y el tercer aspecto es el liderazgo de Holan para saber sobrellevar a este grupo. Su conferencia de ayer fue notable, desligándose del mérito y adjudicándoselo todo a los jugadores. "Tengo un equipo tremendo y ellos son los protagonistas de esto. Estoy orgulloso de ser su técnico", manifestó, en un acto que demuestra su confianza y cómo trabaja el manejo de grupos.
Hay un axioma que pregona Pep Guardiola que dice que “las ligas se ganan en las últimas ocho jornadas y se pierden en las ocho primeras”. Independiente, hoy, está a esa misma cantidad de puntos de Boca, y tomando ese concepto del entrenador español, en la proyección final el equipo de Holan sacó nueve de nueve posibles, mientras que el hoy puntero, cuatro. Un dato más: al Rojo le resta un partido pendiente (ante Defensa y Justicia) y un cruce directo en la Bombonera. Parece imposible, sí, sobre todo por la cantidad de equipos que hay en los siete primeros puestos. Pero nunca des por muerto a un equipo que juega con el corazón.
Román Failache para
TyC Sports.