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Descargo
03/03/2016
Por: Eugenia Ferreras
3 de marzo de 2016
A veces no tenés un buen comienzo de temporada. No vos, Pellegrino. No vos, Cebolla. Vos hincha, digo. En tu vida, no en el fútbol, digo.
A veces cuando brindás en año nuevo todo lo que tenés en la cabeza es una lista de cosas que ojalá te pasen, y poco que agradecerle al año que se pasó. Y a veces el año empieza y los meses pasan y lo que tiene que pasar no pasa. Y no te sale una.
Que tu laburo es una mierda, o que tu relación amorosa es una mierda, o que tu familia es una mierda. Lo que le pasa a cualquiera, qué se yo. Nada raro. Nadie tiene una vida perfecta.
Pero paralelo a tu vida, como ventana donde pasa otro aire, va tu vida como hincha.
Paralelo, siempre, va Independiente. You never walk alone.
Ser hincha, seguir a un club, creer (cosa desquiciada) en un grupo de gente, en una tradición, a veces te salva la vida. O la semana. O el día.
A veces, puede estar todo mal, pero si gana Independiente, ese vestigio de alegría se dilata a toda tu realidad.
O a veces es sólo presenciar un buen gol. O a veces nomás es ver que Tagliafico hizo todo para evitar ese córner.
A veces con ver que hay alguien poniendo huevos por algo en lo que creés, te renueva la alegría. Te cambia, aunque sea por un rato, el día. No importa lo que pase en el resto de tu vida.
Digo toda esta cursilería y aclaro: para ésto se supone que está esta columna, eh (?). Esta columna se llama La vida en Rojo y lo único que quiere es desentramar eso de tener a Independiente como coprotagónico de la vida misma.
Y lo desentramo porque me gusta. Porque siento necesario parar, cada tanto, a reconocer que Independiente ocupa ese lugar enorme en mi vida. Que hasta a veces es el total culpable de una buena o una mala semana en mi vida.
El fútbol juega al fútbol con la vida. Independiente y yo vamos armando paredes. Y cuando Independiente pierde, me hace perder a mí.
Hablo de ésto y uso esta columna casi como diario íntimo (aunque sea en realidad todo lo contrario) porque no tengo con quien hablarlo. Mis amigas quieren hablar de chicos, mis compañeros de trabajo quieren hablar del dólar, mis vecinos quieren hablar del clima, mis familiares quieren hablar de otros familiares. Y sin embargo yo necesito hablar con alguien, o en algún lugar, de que la idea de seguir viendo al Ruso abajo de los tres palos, me caga la vida. Por darte un ejemplo totalmente aleatorio, viste.
Vengo a hacer catársis, acá, porque siento que ya no me lo merezco. Como quien dice que no se merece un mal jefe, un mal novio, o que lo atiendan mal en el banco. No se.
Vengo a quejarme (aunque, como dije notas atrás, NADIE LEE AL HINCHA), de que Independiente me agote. De que nunca llegue a ser lo que yo espero que sea. De que nunca pueda cumplir con eso que vinieron los clubes de fútbol a hacer al mundo: darle alegría a los hinchas.
Vengo a quejarme de que Independiente no me cumpla ni lo que le canto. Porque ya ni se si quiero que llegue este domingo. No se si quiero venirte a ver. Porque no se si quiero verte perder, en casa, con Colón de Santa Fe.
No quiero que me cagues más semanas.
Y, finalmente, me quejo, o me descargo, porque hay culpables.
La diferencia entre el capricho de quejarme como si fuera ésto un diario íntimo, y la realidad de que ésto sea un medio público, es que Independiente es todo lo que es hoy (para mal, decididamente), por culpa de un par de personas (que a lo mejor, quién sabe, llegan a leerme).
Basta de cagarnos la vida por caprichos. Por no saber decidir, no reconocer errores, o no querer escuchar. Basta de privarnos de gritar goles. Basta de hacernos pasarla mal todos los lunes con todo el resto de nuestros compañeros de trabajo mostrándonos memes del arquerito.
Basta de usar a Independiente como borrador.
Basta de obviar que Independiente le influye en la vida a más de cien mil tipos. Que los clubes son eso. Una cuerda de la que pende el ánimo de cien mil tipos, todas las semanas.
No lo hagan por la historia ni lo hagan por la gestión. Háganlo por el estado de ánimo de cien mil tipos que estamos hartos y que no nos merecemos este cartel de amarguitos que ustedes nos están haciendo colgarnos del cuello.
Tomen las decisiones que hay que tomar. Traigan al que hay que traer, no al que quiera venir. Y dejen ir al que se tiene que ir.
A los únicos que deberían escuchar, en esos microsegundos en los que toman decisiones para Independiente, es a nosotros. A los que pasamos 24 hs del día pensando en Independiente.