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16/03/2016
Por: Eugenia Ferreras
16 de marzo de 2016
La semana pasada no escribí esta columna porque no tenía nada nuevo que decir.
Casi que esta semana tampoco.
Y tanto la semana pasada como ésta, venimos de "golear". ¿Cómo no voy a tener nada para decir?
Y es que no. Los resultados, como ya sabemos los hinchas de Independiente y tanto nos gusta repetir, no tienen nada que ver con el estar contento, ni con el estar descontento. Lo que venimos a ver es otra cosa. Y sobre esa otra cosa, hay poco que decir. La apatía del hincha es reflejo de la apatía que está mostrando el equipo. En la cancha y en las declaraciones.
La película parece repetirse, ya en el ciclo anterior, con ese entrenador anterior que ahora hace rodar tan bien su tantas veces justificada "idea" en otro equipo, se sentía en el aire la apatía. La sensación de que todos saben lo que anda mal, y todos saben lo que hay que hacer, pero la molestia de que nadie lo haga. Y por qué, es la pregunta. Qué es lo que tiene que pasar para que ocurra el click.
Salió el arquero y descomprimió una grieta importante que apestaba todo el ecosistema hincha-equipo-club. Ahora, sin ese fantasma, nos encontramos con que el equipo no pierde, pero tampoco gana. Aunque golee. Y ya no es culpa del ex capitán. Se caen los culpables y lo único que se ve es que no hay forma de que tengamos una identidad. Habrá algo que sale bien, pero hay algo que se siente mal. Porque vamos dos semanas y siete goles, pero no tenemos nada para decir. Porque esos triunfos no salieron de nada con lo que de gusto identificarse.
El hincha necesita ser hincha de una mística con la que identificarse. Un estilo, llamalo como quieras. Juego. Una forma de llevar adelante el triunfo, que de orgullo. Por menos del orgullo, nada vale la pena.
La última vez que escribí hablé de cómo lo que pasa en el club repercute en el estado de ánimo de 100 mil personas. La magia del fútbol. Hoy, lo que pasa es apático. Hoy, el estado de ánimo es apatía.
No sé hasta cuando puede durar y no dimensiono qué puede cortarla. Quizás es, de a poco, seguir descomprimiendo el ecosistema. Esta demostrado que hay hechos, decisiones, que descomprimen. Quitan presión. Quitan obligaciones que no hay por qué sostener.
Quizás si vemos un equipo que juegue menos presionado (como está el nuestro desde que volvió del Nacional) veamos un equipo que juegue, a secas. En el sentido encantador del jugar. Infanfil. Con problemas, peor lindo. O ni siquiera eso. Feo pero con encanto, como decía Ronaldinho.