duele
Por: Javier Brizuela
26 de febrero de 2019
“Perder el clásico siempre duele”, declaró el Profesor en la conferencia del sábado, y vaya si tiene razón. Es muy penoso perder ante el rival de toda la vida, algo que a nosotros por suerte nos pasa muy de vez en cuando, sobre todo en casa. Independiente llegó muy temprano al reparto de rivales y para caer ante su vecino tiene que hacer varias cosas mal, ya que por lo general le alcanza con poco para salir victorioso.
Duele el qué, el hecho en si, porque no se trata de un partido de tres puntos solamente, lo sabemos y vivimos todos. Son esos encuentros que como en los videos juegos, te pueden llenar la barra de la vida si es que venís medio a los tumbos, como llegaba Independiente. Los que te dan la chance de resetear lo malo y arrancar lo que sigue con un ánimo renovado, maquillando los defectos y resaltando las virtudes, dando tiempo para eliminar los primeros y aumentar los segundos. Pero eso pasa solamente cuando ganás, claro está. La derrota en estos partidos tiene, como es lógico, el efecto contrario. Hay que estar muy sólido y con bastante crédito como para salir sin secuelas de un clásico perdido. Porque no tira una gota, es un chorro de agua el que cae sobre el vaso, y si no está vacío es inevitable el desastre.
Muchas veces el disgusto es más fuerte y duradero por las formas, por el como, pero no es este el caso. Yo no estoy de acuerdo con algunos colegas que hablan de una clara superioridad de Independiente, ya que me parece hasta ridículo decir eso cuando no creaste una chance de riesgo perdiendo un clásico de local en los últimos 25 minutos del partido. Pero más allá de esto, que es discutible, es cierto que no merecimos perder y fuimos mejores que Racing en buena parte del encuentro. Y a ellos les alcanzó con un buen comienzo que los puso fácilmente en ventaja y una gran actuación de Arias y sus sabios delanteros para llevarse más de lo que vinieron a buscar. No está en la manera en la que se dio la caída la razón de la tristeza que sentimos.
El contexto, con un rival cerca de salir campeón y un Rojo mendigando un lugar en la Sudamericana del año próximo, también aumenta el disgusto. Y lo peor es que ambas cosas son merecidas. Quizá puede llenar más los ojos el Defensa de Beccacece, pero no hay dudas que el equipo del Chacho hizo ya a esta altura méritos suficientes como para dar la vuelta olímpica. Mientras que el de Holan, a pesar de superar a muchos de sus rivales, está lejos de jugar bien y obtener una regularidad que lo haga pelear cosas importantes. Todo esto por supuesto que acrecienta nuestra angustia, pero tampoco es la máxima explicación.
El dolor es por usted Profesor. Porque es muy difícil de entender como el entrenador que nos devolvió a Independiente, dentro y fuera del campo, dilapidó buena parte del enorme crédito que consiguió gracias a su capacidad. Como destruyó innecesariamente por culpa de su ego mucho de lo lindo que había construido. Como creyó sacarse de encima o vender problemas que eran solamente suyos, y terminó comprando problemas para la institución, que es lo que tiene que estar siempre por delante de todo y todos.
Y no se trata de como juega un refuerzo que trajo, de un cambio discutible, una formación que no nos guste o un dibujo táctico con el que no estemos de acuerdo. Como en algunos clásicos, lo que más duele es la manera en la que se dan las cosas. Tenía que mantener y reforzar un plantel que había enamorado a los hinchas gracias a él. Pero prefirió buscar fantasmas donde no existían para desarmarlo, dar peleas innecesarias. Y eso, sumado a los imponderables que siempre tiene el fútbol, hicieron que el equipo juegue cada vez peor y muestre poco de ese compromiso, actitud e intensidad que tanto amor cosechó. Si todo el mundo te felicita por la casa que construiste, ¿qué necesidad hay de tirar abajo las paredes para armar otra? ¿No es más lógico, si es que no te convence del todo, agregarle una pileta o hacerle un playroom en el piso de arriba?
Tampoco es una cuestión de agradecimiento, porque eso no se demuestra siendo benévolo en las críticas o perdonando todo. El día que deje de ser el entrenador de Independiente, que ojalá sea dentro de muchísimo tiempo (porque eso significaría remontar y superar todo esto), cada vez que pise el Libertadores los hinchas lo recibiremos como se merece, por habernos dado una alegría inmensa.
Como lo describió el sábado, y lo sabe porque ama al club tanto como nosotros, duele el clásico. Pero la pérdida más angustiante es verlo perdido a usted Profesor.