(Texto de "El Otro Fútbol").-
Algún día le contaremos a nuestros nietos, que mientras trabajábamos de panaderos unos, de albañiles otros, un domingo 26 de abril agarramos el bolsito, nos fuimos al Kempes, nos calzamos los cortos, nos pusimos la remera de Moldes y estuvimos a tres minutos de ganarle a Independiente.
Lo tuvimos de rodillas, a ellos, al rey de copas, al orgullo nacional, al de Erico, De la Mata, Bochini y Agüero. Nos faltaron un par de minutos. Y en los penales no se pudo. Algunos le llaman suerte, pero la suerte esta vez estaba echada. En algún momento se tenía que notar que ellos son de Primera, que tienen la camiseta de un grande y que nosotros, bueno, nosotros hace una semana estábamos jugando acá, por la Liga local, por el pancho y la Coca, pensando en cómo nos las vamos a rebuscar para jugar el próximo Argentino B, con rifas, peñas, sorteos, lo que sea.
Ahí se van ellos con el cheque. Sabés lo bien que nos hubiera venido esa guita a nosotros. Ni sé quien nos tocaba si pasábamos. La verdad, no me importaba tampoco. Y ahora que veo ese cheque gigante me acuerdo del fangote de guita que perdimos. Nosotros y el club. Pero con una mano en el corazón, me importaba un carajo. Que se lo metan en el orto. Cuando me cambié en el vestuario, cuando salí a ese inmenso estadio, cuando trabé cada pelota, cuando el físico no me daba más pero seguía corriendo como podía, cuando me temblaban las piernas de los nervios antes de los penales, ahí ni se me cruzó por la mente la plata. La gloria es un poco más que eso. Y si yo la tengo que definir, para mi la gloria será por siempre esta noche, la noche en que pusimos a Moldes a la altura de Independiente.
EL OTRO FÚTBOL
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