Almirón en Independiente no tiene margen. Basta con escuchar o leer al hincha en general como para concluir que más allá de los 33 puntos del torneo pasado y algunas muy buenas actuaciones, la gente le cae fácilmente ante el primer traspié. A mi entender, a veces con razón y otras un tanto exageradas. Pero no tiene sentido detenerme en eso porque considero que es una cuestión de gustos.Y para colmo, muchas veces es el propio técnico el que se achica su propio margen, repitiendo viejos errores que lo llevaron a perder varios puntos y estar bastante lejos de la mejor versión que mostró su equipo.
El partido de hoy nos hizo recordar a aquel contra Defensa y Justicia (también empatado sobre la hora) o a aquella derrota ante Gimnasia en donde como local y ante equipos considerablemente inferiores, el planteo inicial y los jugadores no estuvieron a la altura de lo que se esperaba.
Los partidos se juegan en la cancha, no en las conferencias de prensa de los viernes. No sirven de nada las declaraciones en la semana si el domingo no se reflejan en la cancha. Independiente no fue el equipo que Almirón prometió que iba a presionar al rival, que iba a cambiar su manera de jugar porque de local iba a ser un partido diferente al de Rosario. Se regaló un tiempo con Papa en la cancha como aquellos partidos en que inexplicablemente se salía a jugar con cinco defensores y ante la desventaja aparecía un planteo más ofensivo. Como si el empate de local sirviera para algo.
En Independiente no pueden tener más la pelota los dos centrales que los mediocampistas ofensivos. No se puede esperar un córner de Sarmiento con los once jugadores en el área propia sin dejar jugadores para una probable contra. No puede ser tampoco que, si se pregona la idea de un fútbol agresivo, los laterales pasen tan poco al ataque. Y eso que ahora no están ni Vallés ni Villalba y supuestamente tenemos a dos de los mejores del país. No se puede tampoco abusar tanto del pelotazo desde el fondo para los delanteros que siguen jugando de espaldas y lejos del área. Y por último, y tal vez este sea el punto en donde los jugadores son responsables un ciento por ciento: jugar de local tiene que generar en el equipo una intensidad, un empuje, un carácter y una personalidad que hoy una vez más estuvieron ausentes. Porque cuando no se pueda jugar, o los que puedan hacerlo tengan un mal día, los partidos se ganan desde esos lugares. Sigue faltando ese fuego sagrado que te permite imponer respeto real dentro de la cancha y no en la chapa que tengas por historia por sobre el rival de turno.
Hay un equipo nuevo en donde la mayoría de los jugadores tienen solo dos semanas de entrenamientos y se necesita tiempo para afianzar una idea de juego. El problema es cuando vemos que no se aprende de viejos errores ya marcados durante el torneo pasado. O cuando, por momentos nos preguntamos: “¿A qué jugamos?”. Independiente debe definir una idea y crecer en la búsqueda de esa idea partido a partido. Lo de hoy fue un claro retroceso en ese camino. Muy parecido a cuestiones que ya creíamos superadas después de la experiencia del torneo de transición y se siguen repitiendo. Se necesita algo que no abunda y es la paciencia. Seguramente que Almirón no repita viejos errores ayudaría mucho a la formación de este nuevo equipo y estirar ese margen cada vez más acotado que tiene con el hincha.
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1859 correspondiente al día
18/08/2025 |
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