Mauricio Pellegrino junto a este plantel están por conseguir, o ya consiguieron (si se me permite aventurarme), lo que hacía décadas no sucedía. Que Racing deje de tener miedo de venir al Libertadores de América.
Estas palabras no son de "tribunero", ni un intento de forzar un chauvinismo barato. Es que en los últimos dos enfrentamientos en el estadio del Rojo, el equipo hizo todo lo que nunca hacía ante su clásico rival.
La novedad llegaba a Avellaneda por el ¿triple? cinco que se planteaba en la previa, para soltar a tres delanteros ante la firme defensa blanquiceleste. Pero eso no sucedió en ningún momento del partido, porque Méndez se paró por derecha y Benítez por izquierda para mostrar en cancha un timorato 4-4-2, intentando cubrir el ataque por las bandas del rival.
Y timorato es una buena palabra para describir cómo jugó Independiente, en parte seguramente contagiado por lo "estructurado" y "prolijo" que quiere ser el técnico a la hora de ocupar espacios en defensa, haciendo que un ataque potable para los delanteros sea casi una utopía.
Ya Méndez no siente el jugar por la banda, y Benítez si tiene que volver con el lateral rival se desdibuja mucho. Sabido es que lo mejor del misionero se pudo ver cuando jugó cerca del área.
Los pelotazos, moneda corriente en estos partidos no se hicieron esperar y cuando Denis o Fernández bajaban la pelota, tardaban muchísimo en llegar los refuerzos de las líneas lejanas y por eso los primeros 30 minutos, sumado a un Racing que espera y le costaba horrores en ofensiva, se vió un partido aburridísimo y para colmo, la pelota parada se manejó pésimo. Pasado ese tiempo, el equipo intentó tocar más, y se pudo ver algún atisbo de fútbol, sobre todo con el 11 rojo que era el que más se movía e intentaba aunque en algunos momentos se excedía en los lujos. Lo esquemático que intenta armar todo el DT termina atando a los jugadores más que benficiándolos, porque no hay sorpresa y no hay conexión entre las líneas.
Comenzó el segundo tiempo y blanquiceleste salió con otra mentalidad, se paró varios metros más adelante y comenzó a dominar la pelota, por eso, los rojos corrieron detrás del balón gran parte del encuentro. Por suerte, Milito tuvo un partido nefasto y Romero fue bien cubierto por el "Torito" y los avances del rival no llegaban a nada, aunque se jugaba a lo que Racing quería.
Y aquí comienza, a criterio de este redactor, una pésima lectura del partido por parte de "Longaniza". Primero mandando a la cancha a Vera, que si bien era un cambio que podía aportarle movilidad al equipo (Denis estaba muy quieto), se lo vió medio lento y desconectado del resto de sus compañeros. Y luego, con un partido para el olvido de Jesús Méndez por derecha, cerrando la cancha en vez de abrirla, girando al revés o armando ataques por el lugar más difícil, decide poner a Aquino por Benítez (no sea cosa que el equipo vaya al ataque alguna vez). El "Roña" no aportó mucho, alguna salida rápida pero nada más, e intentando arreglar el enorme déficit que tuvo durante 80 minutos por la derecha, hace su ingreso
Rigoni por Ortíz. Y el ex-Belgrano demostró, con ayuda de un mal pase de Racing, cúal es la función del carrilero, presionar y aprovechar los espacios, solamente haciendo eso y usando su velocidad, armó la jugada para el gol de Fernández a los 85 del segundo tiempo.
El estadio ardía, literalmente, porque el encuentro se detuvo, en un momento crítico. No vamos a caerle 100% a la hinchada de lo que sucedió en el final, pero realmente no tuvo ningún tipo de raciocinio lo que sucedió. Enfriar el partido en el único momento en que Independiente podía demostrar más y salir a liquidarlo, fue garrafal. Porque de esa reanudación llegó, primero un centro pasado de Acuña, De Paul quedó contra la línea y Aquino fue como loco a buscar recuperar la pelota, dejando libre a Romero que tiró el centro y López lo cambió por gol, mientras Rodríguez protestaba por no sabemos qué cosa.
Este plantel de Racing le perdió el miedo al Libertadores de América, gracias a como jugó el equipo los últimos dos partidos ante el eterno rival. Siempre el rojo salió a comerlo, a presionarlo, a meter un gol rápido y dominar el resto. Hoy salió a ver qué pasaba, a no desordenarse, a no atacar con mucha gente, a no asociarse, a no jugar. Y así, nos quedamos con este feo sabor en boca, un empate que es una derrota.
Nos tapó el humo.