"Imposible -sentenció el más grande boxeador y quizás deportista de todos los tiempos, Muhammad Ali- es solo una palabra que utilizan los débiles que encuentran más fácil vivir en el mundo que les han dado que explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho, es una opinión. Imposible no es una declaración, es un desafío. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Nada es imposible". La biografía de su vida tiene perlitas como estas que son de colección.
Imposible es una palabra que el Independiente de Holan no conoce en absoluto. Para muchos, imposible era revertir el partido contra Flamengo, un equipo hecho y derecho, después de ese impacto durísimo a los ocho minutos. Sacarle la pelota a esos tipos, que se la cambian de un pie a otro y juegan al fulbito como nadie. Que tienen un laburo de pelota parada muy rico -el desmarque en el gol es todo trabajo-. Que cuenta con la sabiduría de Diego, la experiencia de Juan, la sensatez del profe Reinaldo Rueda. Eso era imposible. Pero a este Independiente siempre le gustaron los retos y guapeó una vez más. En una final, contra una de las instituciones más prodigiosas del mundo por su magnitud, contra la adversidad del resultado y, de nuevo, contra la animosidad de los árbitros. Ganó jugando como le gusta a su gente. Ganó con hombría.
A Reinaldo Rueda, técnico de los brasileños, le preguntaron por qué perdió su equipo y, entre otras cosas, destacó que "Independiente te exige constantemente". Es la rudeza de Tagliafico y de Bustos, el esfuerzo del Torito Rodríguez y de Alan Franco, y la actitud de un once voluntarioso servido para jugar en conjunto lo que destaca a este plantel. La regla de la psicología Gestalt dice que el todo es más que la suma de las partes, y esa máxima se ve reflejada en su totalidad en los pibes de Holan. La sapiencia de Gigliotti -cuánto lo extrañamos en este nivel- no sería nada sin la rapidez mental de Maxi Meza, otro de los puntos altísimos. La inteligencia de Sánchez Miño quedaría opacada sin el atrevimiento de Barco. Todos dispuestos para un mismo fin. Independiente sabe a qué quiere jugar y lo hace convencido. Su premio es la victoria en una primera final y a 90 minutos de la gloria eterna.
Pero también hay que hablar de fútbol, porque Independiente ataca y lo hace muy bien. Los contragolpes son letales; las triangulaciones en espacios cortos están trabajadísimas; los avances siempre se dan en superioridad numérica; se asfixia al rival en los ataques y se disponen a los diez jugadores de campo en el cuadrado contrario. Porque no todo es actitud, sino también buen juego. El fanático del fútbol no puede no disfrutar viendo los desmarques de este equipo, las asociaciones entre Benítez, Meza y Barco, la picardía para romper líneas. El Rojo juega bien, juega lindo, divierte y su virtuosidad enamora hasta a hinchas rivales. Y eso también se lo debemos al Profesor. El fútbol, a veces, entiende de justicia. Y si esto pasa, debería consagrar a este equipo, por lejos el mejor de la Copa.
El primer paso está dado. De acá había que partir con una ventaja, cualquiera sea ella, porque allá va a ser durísimo. Flamengo jugó 42 partidos en el año como local y solo perdió tres -empató once, que también sirve-. Son una maquinita, comandados por un entrenador más que experimentado. Tienen buen pie, tienen a sus 45 millones de hinchas, tienen mucho trabajo en sus espaldas y las de ganar. Pero mejor. Porque ya lo demostraron estos pibes, unas bestias llenas de hambre de gloria, todo lo que les gustan los desafíos, los retos. Lo imposible. Y cualquiera sea el resultado, les estaré eternamente agradecido. Ahora será cuestión de luchar por lo imposible, porque lo posible se agotó.
Por @rffailache