jugar un clasico
jugar un clasico
Jugar un clásico
24/11/2015
Por: Román Failache
24 de noviembre de 2015
Una vez más vamos a tener otro clásico. Ojo, no es uno cualquiera. Todo lo contrario: va a ser aquel que deje una huella, que marque un antes y un después. Ese que exponga a luz incandescente los placeres más morbosos de la humillación del rival eterno en caso de obtener la victoria, o que guarde el rencor inmortal con cualquier implicado en el hecho ante una derrota. Es, casi literalmente, matar o morir.
Edgar Morin. ¿Alguien del Rojo? No. Muy rápidamente, es un tipo que dice que hay ciertas palabras que son difíciles de explicar y que se buscan representar a través de figuras, como por ejemplo, cupido para el amor; Hércules para simbolizar a un héroe, etc.
Lo mismo pasa con "clásico". Sin embargo, esa imagen que yo tengo de "clásico", vos la apreciás distinta y el otro también. Para mí, un clásico es el desfile de camisetas rojas que circula por Alsina tres o cuatro horas antes del partido. Los nenes agarrados a sus viejos, con sus camisetas mini y sus pilusos que les nublan la vista.
Atravesar el molinete, subir las escaleras y ver lentamente cómo empieza a llenarse cada hueco. Mirar el reloj, que falten dos horas; mirarlo de nuevo a la media hora y que falten tres. El humo rojo que se te viene encima y se te cuela por la nariz."Rojo, yo te persigo, vos sos la sangre que a mí me mantiene vivo". El ingreso triunfal de cada uno de los once hombres que van a dejar la vida. Eso es lo que se me viene a la cabeza cuando te dicen la palabra "clásico".
"Estoy esperando que llegue el fin de semana para poder disfrutarlo" dijo el Cebolla ayer en TyC Sports. Eso es lo que todos deseamos. No que llegue, sino poder disfrutarlo. Yo hoy, día martes, ya no tengo uñas. Y, a falta de uno, son dos partidos. Pero sé que el domingo van a salir a la cancha y las ansias y el nerviosismo van a desaparecer al instante, cuando esté en la popular inmiscuido en esa masa tan pasional que nos identifica, digan lo que digan.
Independiente se juega una cita con su historia. Ahora sólo le queda ganarse a lo guapo su lugar en la competencia que tanto respeto le tiene. Esa que en más de 30 años sin títulos no supo encontrar a alguien que lo destrone como el eterno Rey de América que será siempre. El marco va a ser el pertinente para un clásico, ese que se recrea en cada una de las miles de almas que el domingo van a estar presentes. El primero de los pasos, el que es en casa, el más hermoso de ambos y pasional, también es el más importante. Es nuestro. Avellaneda se va a vestir de un rojo penetrante, para que el otro domingo, cuando la calle esté manchada de blanco y celeste, aún perduren los rezagos de esta gran fiesta.