la cancha mas linda del mundo
la cancha mas linda del mundo
La cancha más linda del mundo
04/03/2015
Por: OrgulloRojo
4 de marzo de 2015
Cuando me enteré que te iban a derrumbar, sentí un dolor enorme, casi inexplicable. Algo en el estómago, un síntoma parecido al que que me venía jodiendo desde aquel día que lloré como un nene porque tuve que aceptar que mi pedido a Dios no había funcionado y que entonces Bochini no jugaría para siempre.
Alguien estaba pasando a valores mi infancia.
Uno entiende el cansancio del héroe y le da el beso eterno de la despedida. Uno puede comprender que nada es para siempre, aunque desgarre. Pero, la verdad, nunca me pude explicar por qué dejamos que te tiraran abajo.
Eras bella. Hermosa. Temible. Inexpugnable.
Llegar por Alsina, doblar en Cordero. Pasar por la puerta de la parrilla al paso que hacía el mejor vacío-pan del fútbol mundial. Ahí nomás ver el cartel en letras grandes, que anunciaba que uno había arribado al C. A. INDEPENDIENTE. Sentir el orgullo, el corazón que se escapaba, la ansiedad por entrar de una vez.
Me di el lujazo de frecuentar el pasillo de las cabinas de transmisión. Era lindo correr por él, asomarse al palco de Radio Rivadavia para verlo al Gordo Muñoz, escuchar la magia de la radio ahí, en vivo.
Cuando no hubo más credenciales, mi amigo Marcelo me invitaba a la Platea Baja, esa a la que se accedía por una pequeña cuesta, pasando por debajo del Sector Damas. Emerger de allí y ver el césped reluciente, las luces de las noches de copas… Si eso no es la gloria…
Cuando el bolsillo no podía, me iba al codo, al lado de la Visitante. Desde allí vi como le hicimos goles a casi todos los equipos del continente. Es verdad, el puesto de observación era al menos dudoso. Pero, ¿sabés que?. La pelota iba al fondo de la red y yo me abrazaba con el primero que tuviera cerca, porque había ido solo pero no, porque esas noches mi familia era la gente del codo, a la que no conocía pero quería con toda mi alma porque eran tan rojos como yo, como mi sangre.
Los visitantes se quejaban. Que se veía mal, que tenían que salir por un terraplén… Yo que sé, problema de ellos. Nunca nadie me preguntó si la pasaba bien en la segunda bandeja de la Bombonera, bajo el meo incesante de los de arriba, o si se veía algo desde la visitante de River, a kilómetros del arco de enfrente. En mi casa mando yo.
Allí, en tu gramilla tan combada que desde una lateral no se llegaba a ver al otro, disfruté ser hincha del mejor equipo de fútbol que alguien haya parado alguna vez en una cancha. Goyen, Clausen, Villaverde, Trossero y Enrique. Giusti, Marangoni y Bochini. Burruchaga, Percudani y Barbarón. Desde tu Platea Baja de tablitas que hacían doler los huesos atravesé el foso usando carteles de publicidad como puente para dar vueltas olímpicas. Desde tu hermosa tribuna local me rompí las manos aplaudiendo a Alzamendi y vi a Maradona comerse un baile. Desde la altura irregular de tu Cordero vi al Enzo sacar el zurdazo, al equipo dar la vuelta y a Racing irse a la B.
Pasan los años y no me resigno. Que los cumplas feliz.
Seguís viva, segunda casa mía, en la memoria de cada hincha que como yo que te extraña y te recuerda con amor.
Yo tuve el primer estadio de cemento del Continente.
Yo no tuve una Visera que me cuidaba, tuve dos.
Yo tuve la cancha más linda del mundo.
Porque en ella fui feliz.
POR LUCIANO OLIVERA