Crónica
El Rojo volvió a golear, en este caso a Atlético Tucumán, y salió del último puesto.
Por: Carlos Perez
1 de noviembre de 2025 21:11:00
Independiente goleó, convenció y, por primera vez en mucho tiempo, aplaudió una noche entera en Avellaneda. Fue 3-0 ante Atlético Tucumán, con una actuación que combinó presión alta, intensidad, eficacia y -sí, por fin- fútbol. Una señal tan inesperada como necesaria, en medio de un semestre que venía golpeando sin piedad.
El Rojo salió a jugarlo como una final y lo resolvió como un equipo serio. A los 14 minutos cayó el primero: Loyola presionó, robó alto, cedió rápido para Gabriel Ávalos y el paraguayo, con un toque sutil, dejó mano a mano a Matías Abaldo, que definió firme abajo para abrir la historia. Golazo de manual: presión, pase y efectividad.
El envión siguió. Dominio absoluto, circulación y agresividad ofensiva. Y el segundo llegó como consecuencia lógica: pase de Loyola, derechazo letal de Ávalos desde afuera y la pelota pegada al palo. Mansilla la vio pasar. 2-0 y la cancha explotando. Ávalos, figura. Loyola, omnipresente. Independiente, distinto.
En el segundo tiempo, Atlético amagó a arrimarse, pero el Rojo volvió a golpear rápido. Tiro de esquina perfecto de Santiago Montiel y cabezazo quirúrgico de Felipe Loyola para el 3-0. La noche soñada del chileno: gol, asistencia y presión clave en el primer tanto.
Después llegó la impotencia tucumana, dos expulsiones y un final que pudo ser goleada aún mayor. Incluso Ávalos tuvo su chance, pero Mansilla le atajó un penal que le negó el doblete y el grito final al estadio.
Poco importó: Independiente ganó, goleó y gustó. Un equipo que, cuando juega así, recuerda que tiene herramientas, que tiene plantel y que tiene -aunque se haya escondido demasiado tiempo- personalidad.
El panorama sigue siendo complejo: dos fechas por jugar, nueve equipos peleando por esos últimos lugares y una tabla que no perdona. Pero mientras la matemática diga "sí", en Avellaneda nadie se resigna. Este triunfo no asegura nada en la tabla, pero limpia la cabeza, empuja y vuelve a encender una fe que parecía enterrada.
El Rojo volverá a jugar el lunes 10 de noviembre a las 19, visitando a Riestra, con la obligación de sostener esto: la actitud, el juego y, sobre todo, la esperanza.
Independiente ganó. Goleó. Y, esta vez, dejó a su gente sonriendo. ¿Milagro o punto de partida? El tiempo lo dirá. Por lo pronto, hoy en Avellaneda se siente algo distinto: alivio. Y ganas. Muchísimas ganas.
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