no te jodo mas

no te jodo mas

No te jodo más

Por: Javier Brizuela
15 de febrero de 2018

Debo confesar que me encantaba hacerlo. Disfrutaba verte al finalizar los partidos con cara de pocos amigos y con un par de palabras encender una mecha que acababa con jugadores, técnicos, hinchas y dirigentes. Te jodía un poco y enseguida arrancabas una especie de stand up que incluía al “centro ja”, al “full ba”, los wines y todo aquel ser humano indigno, que osaba vestir la camiseta de Independiente. Cuando ganábamos, porque no jugaban lo suficientemente bien, y si perdíamos… Creo que en el fondo lo hacía por envidia. Me daba bronca no haber vivido tanta gloria, no haber sido testigo presencial de tantas victorias. Sana, porque las copas yo también las tenía, pero envidia al fin. Es cierto que me maravillaba escuchar tus historias de superhéroes. Las de ese tal Erico, que podía saltar y mantenerse en el aire según vos (como Jordan, pensaba yo), El Chivo que les hundía el pecho y metía en el arco a los arqueros, o un Capote que gambeteaba hasta a los hinchas en el Monumental. Prefería eso a los dibujitos, pero lamentaba con el alma no poder verlos. Eso si, me quedaba el Bocha. Recuerdo que la primera vez que lo vi, a fines de los ochenta, desde la popular del costado y agarrado de tu mano, fue como entrar en una película. Hechizado, con mis ocho años no tenía manera de entender como ese pelado con más pinta de verdulero que de futbolista podía jugar tan bien. Igual fui consciente de lo que significaba y de quién era en su despedida, algunos años después. No estoy seguro, pero creo que esa calurosa noche de diciembre fue la primera y única vez que te vi llorar. A vos y a todos los que estaban a nuestro alrededor debajo de la visera, incluso a los que se paraban en ese caño que cruzaba toda la tribuna, sosteniendo las banderas. A pesar de que ya tenía un campeonato encima, en ese momento supe que debutaba en eso de ser testigo de la hermosa historia que había podido ver solamente a través de tus ojos. Después llegaron Gustavito, el Dani, Perico y esa obra de arte de Miguel Ángel. Fue el último equipo que te vi disfrutar, que te hizo sentir ese orgullo tan nuestro, tan Rojo. Quizá por eso sonreías tanto cuando te decía que al Palomo de noche se le veían solamente los dientes y las cadenitas. El del Tolo lo hubieras gozado también, pero ahí ya no eras plenamente consciente de lo que vivías. De hecho te fuiste poco tiempo después, dejándome un quilombo bárbaro. Vos dejaste de estar, Independiente dejó de ser y yo en el medio viendo irse hasta a la Visera. Hubo un oasis en el 2010, que si bien disfrutamos muchísimo, era obvio que no iba a durar. En definitiva, creo que en el fondo todos sabíamos a donde nos estaba llevando tanta mierda. Ese maldito 15 de junio fue una consecuencia lógica que tarde o temprano iba a llegar. Y como te habrás enterado, me enojé con vos. En medio de la desesperación te exigí, te reclamé que hicieras algo y lleno de dolor, sintiéndome abandonado, hasta te puteé. Perdoname, que se yo, supongo que me entendés. Igual te seguí jodiendo, te pedí tanto que terminaste dándome bola. Mirá como son las cosas, volvimos a ser gracias a un técnico de hockey del que sabíamos casi nada hasta hace muy poco. Y con una dirigencia que algunos años atrás festejamos porque habían perdido unas elecciones ganadas por un grupo de incapaces. Hace dos meses, en el mismísimo Maracaná, volvimos a ser ese de los dibujitos. Y estábamos ahí, yo abrazado a ese bisnieto que apenas conociste y vos disfrutándolo desde la platea más alta. Mirá lo loco que estoy, y/o lo boludo que soy, que cada vez que miraba hacia arriba para pedirte que ayudes a Taglia, o empujes la empalada del Puma me preguntaba si ese techo blanco que tenía sobre la cabeza interfería la comunicación o te tapaba la visión. Dimos la vuelta, nos desahogamos y nos trajimos a nuestro Independiente de nuevo. Hoy, como una paradoja de ese destino que creímos perdido y recuperamos, tenemos en este San Valentín una cita con el amor de nuestras vidas. Y vamos por otra copa. No estamos a mano ni en pedo, me faltan muchas para igualarte y espero hacerlo. Pero tal como te prometí esa noche Carioca y gloriosa, te voy a dejar tranquilo. Descansá en paz abuelo, ya no te jodo más.
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