para tomar impulso y llegar mas alto
para tomar impulso y llegar mas alto
Para tomar impulso y llegar más alto
13/06/2014
Por: Lucas Riggio
13 de junio de 2014
Un año de pura ansiedad y sufrimiento concluyó para los hinchas del Rojo. “Se terminó la pesadilla”, dicen muchos, aunque en este caso no se trate de algo fantasioso. Aún así, la sensación es similar: es la impresión de haber pernoctado un año entero, agonizando, esperando algún día volver a ser. Y gracias a Dios -o el Diablo- ese día llegó.
“Señores yo soy de Independiente” fueron las primeras estrofas de una canción que varios recordarán haber escuchado y cantado, haciendo sonar el Libertadores de América, el 15 de junio de 2013. Ese día el transformado estadio del que alguna vez vio desfilar toda clase de copas, era testigo del momento deportivo más penoso del Club. Y ahí estaban sus hinchas, llorando, puteando, con impotencia, pero aceptando el presente. Cantando y mostrando, con lagrimas en los ojos y orgullo, los escudos rojos acariciando sus corazones. Ellos seguían de pie.
Fue el comienzo a lo anormal, la entrada a lo desconocido. Un largo camino había comenzado. Una oscura travesía que iba a traer consigo toda clases de sentimientos pero que tenía un denominador común: la necesidad de lograr el ascenso. Y qué difícil fue... muy difícil. Lo que sufrió el hincha de Independiente sólo lo podrá saber el propio hincha. Nadie más.
No se bancó simplemente la pena de estar disputando ese campeonato con el padecimiento del mismo, no. Soportó el armado de un plantel que no garantizaba nada. El pésimo comienzo, con dos puntos en cuatro partidos disputados y la renuncia de Miguel Ángel Brindisi. Miró con desconocimiento a Omar De Felippe, quien llegó a Avellaneda siendo una incógnita. Se relajó e ilusionó en la primera rueda, creyendo que todo estaba encaminado y renovó su esperanza con la vuelta de Federico Insúa al Club.
En el verano se llenó de preocupación por el tan bajo rendimiento del equipo (perdió el clásico por 3 a 0). Se entusiasmó en la primera fecha con la actuación de quienes habían sido apodados “los cuatro fantásticos”. Sin embargo, la racha se dio vuelta y comenzó una seguidilla de encuentros que no daban más que resultados negativos. Y a medida que las jornadas pasaban, Independiente desaprovechaba oportunidades y se acercaba cada vez más a sus perseguidores.
Y mientras el aficionado sufría todo lo deportivo, lo institucional no era para nada mejor: renuncias y más renuncias de la comisión directiva, paros de empleados por falta de pagos, quinchos quemados, amenazas, peleas entre barras y un presidente que parecía no cesar. Un presidente, Javier Cantero, quien llegó a decir: “Este año nos vamos a divertir”. ¿Se habrá divertido él? Y como si fuera poco, el nuevo torneo que comenzará en 2015 daba por hecho que Independiente -tarde o temprano- iba a ascender, lo que le daba aún más hambre y presión de hacerlo por cuenta propia.
Muchos llegaron a creer que no se lograría el objetivo y estaban en todo su derecho. Pero el triunfo ante Defensa y Justicia, sumado a la derrota de Instituto -su principal perseguidor- a pocas fechas del final, le dio un fuerte respiro. Y los tres puntos conseguidos de visitante ante la propia Gloria -que les quitaron todas las chances de subir a los cordobeses- lo dejó a una victoria del ansiado ascenso.
Los hinchas, quienes aguantaron horas de fila, llenaron el Libertadores de América. Alsina y Bochini fueron las místicas calles de donde provenía el entusiasmo, los cánticos y la tan rara y particular sensación que se vivió previo al partido. Pero todo le fue difícil a Independiente y lo siguió siendo. El equipo empató insólitamente y, mientras el Globo conseguía su victoria ante Akmirante Brown, los que habían colmado el estadio sabían que la agonía iba a durar, al menos, una fecha más.
Por todo eso y mucho, mucho más -que se puede leer pero no sentir si no se vivió en carne propia- fue por lo que los hinchas se desahogaron en el grito de gol de Martín Zapata para el 1 a 0 en la final. Las gastadas, las dudas y las tristezas, se transformaron, en segundos, en bronca, rabia y un descargue que rompió las gargantas de más de una persona vistiendo la roja. Y con el segundo gol de Francisco Pizzini, ese descargue se maximizó, se reafirmó y aturdió a todos: a propios aficionados, a dirigentes, al periodismo y a todos esos hipócritas hinchas de equipos rivales que se sostenían del presente de Independiente para sentirse más.
¿Se festeja o no se festeja? Cada uno podrá sacar sus propias conclusiones. Algunos dirán que, por todo lo que ocurrió y lo que dolió, el festejo es merecido. Otros, que el ascenso enseguida remite al haber descendido y no merece de reconocimiento. Todas las respuestas pueden ser válidas con buenos fundamentos. Pero hay algo que sí merece reconocimiento: todo lo que el hincha de Independiente sufrió durante este año. Todo lo que aguantó, lo que soportó, para seguir de pie. Eso sí merece un reconocimiento y, obviamente, una larga y larga reflexión para que nada de esto vuelva a pasar. Nunca debe volver a pasar.
Que ésto sirva para renacer. Que sirva para pensar en grande y para volver a hablar de campeonatos, de copas... de lo que hizo y hace grande a este club. Como dice una canción de No Te Va Gustar: “Mañana va a ser un gran día, te lo digo yo. Nos vamos a mirar las caras entre todos. Y vos preguntarás por qué esperamos tanto... sólo para tomar impulso y llegar más alto”.