pasan los anos
pasan los anos
Pasan los años
08/12/2015
Por: Román Failache
8 de diciembre de 2015
Escribo esto con total dolor por haber perdido una final, nada más y nada menos, que con el clásico rival. No me conformo con haber ganado en su cancha, ni tampoco con que haya sido con 9 jugadores. Tanto yo como vos soy el primero que deseaba clasificar a la Copa. Pero si la cosa se dio así, fue por un conjunto de errores, algunos sutiles y otros graves, que marcan la diferencia entre un equipo que está para pelear la gran competición continental, y otro que tendrá que vérselas con los más débiles de la región.
A éstas horas, sólo abunda la bronca. Porque el domingo Independiente demostró que tenía el potencial y el nivel para ganar la serie. Si en lugar de salir a especular y a hacer quién-sabe-qué la semana anterior, se proponía atropellar a su rival tal como lo hizo en el Cilindro, la historia hubiese sido diferente. O quizás no. Pero, al menos, la bronca no estaría tan alimentada.
La semana pasada pedí que tuvieran orgullo y que salieran a jugar como hombres. Nadie lo leyó, como dice Eña, pero al menos la mayoría sintió estar en deuda y hubo un cambio de actitud. El factor "perdido por perdido" también surgió efecto y favoreció a Independiente, a quien no le quedaba otra que dejar una buena imagen. Por la figura de Saja y por algunas jugadas puntuales que no concluyeron del modo esperado, no se hizo historia.
Aunque buscar desperfectos a estas horas sea en vano, caminar sobre nuestros propios pasos debería llevarnos a resaltar aquello que se hizo mal: lo que ocurrió desde el primer momento hasta hoy.
Hay fallas muchísimo más grandes que haber dejado pasar esos tres puntos que separaron al cuarto, Racing, del quinto, Independiente, y que dictaminó que ellos fuesen quienes definieran de local. Sin embargo, está expuesto que una serie de puntos que se han regalado derivaron en el puesto que ocupó el equipo. Estudiantes, Huracán, Aldosivi, por citar algunos de la era Pellegrino.
Adentrándonos en lo realmente grave se encuentran los jugadores que salen a bailar un jueves a la noche cuando el viernes debían entrenar para disputar, quizás, el partido más importante de sus vidas, por ejemplo; o que un integrante del plantel se rebele contra las indicaciones que le da el técnico y lo mande a cagar, también en el mismo contexto. Esa gente no es más que Independiente, a pesar de que así se crea. Pellegrino no tuvo más remedio que incluirlos para el domingo, por cuestiones futbolísticas y éticas que evitaran el qué dirán. Pero a partir del 1 de enero, esas personas deberán ser excluidas.
En lo netamente futbolístico, el técnico, quien demostró ser un gran motivador además de un excelente profesional y alguien con mucha seriedad para trabajar, deberá entender cómo se plantean los partidos decisivos. Y no lo digo solo yo, sino que él mismo lo expresó en conferencia de prensa el domingo. Es un problema que acarrea desde su época en Estudiantes de La Plata y que, si quiere ganar algo con Independiente, deberá modificar. La vuelta contra Independiente Santa Fe en Colombia; el partido de ida frente a Racing; el segundo contra Arsenal por Copa Sudamericana, encuentros en los que solo servía ganar, se especuló demasiado y, salvo el último, terminaron siendo letales para su currículum (y no cuento el de Lanús en Copa Argentina porque recién asumía el cargo).
Lo que viene ahora es un mercado de pases que debe ser adecuado a las necesidades del plantel y no abultado porque sí. Basta de priorizar la cantidad por sobre la calidad. Independiente tiene un once titular muy bueno, pero un banco de suplentes que se sepulta su propia tumba. Se tiene que apuntar a tres o cuatro refuerzos de calidad, y no a nueve que incluyan a jugadores simil Pereyra Díaz, Aquino y demás.
Boca, River, Racing, San Lorenzo, Huracán y Rosario Central entraron a la Libertadores y tendrán la cabeza ocupada en ella el campeonato que viene, que, por cierto, será corto. No existe una excusa que ampare la posibilidad de no ganarlo. Los cuatro grandes, uno de los mejores conjuntos del campeonato y el equipo revelación estarán enfocados en un objetivo mayor, y salvo Boca, el resto no posee un plantel tan amplio como para pugnar en ambas competencias -esto está sujeto a lo que ocurra con las transferencias-. Es la oportunidad para revalidar un título que no se consigue hace 13 años. Si no se consigue, que se considere un fracaso.
Otro año que ofrecía un abanico de posibilidades se escapó por la ventana. Que el equipo haya muerto de pie sirvió únicamente para evitar un papelón mayor y para demostrar que, por más recóndito que se halle, aún existe hambre de triunfo. La pasión nos lleva automáticamente a encontrar el lado esperanzador de un híbrido Independiente, engendrado por la historia ganadora y por estos largos años de sequía. Haber terminado cuartos y quintos desde que se volvió a Primera, respectivamente, no alcanza. Haber tocado la base de la Libertadores y luego soltarla no sirvió de nada. Exigimos siempre y así seguirá siendo. En 2016 tiene que comenzar el resurgimiento. La ilusión tiene poco menos de un mes para aferrarse nuevamente.