por siempre el numero uno
por siempre el numero uno
Por siempre el número uno
04/08/2015
Por: Walter Linovich
4 de agosto de 2015
El pantalón corto azul, la camiseta roja que tenía cordones blancos, el ocho estampado en la espalda. Tengo el vago recuerdo de la primera vez que la recibí una mañana, hace ya tantos años, si no me falla la memoria creo que mi tío había comprado ese equipo completo para que yo lo usara y comience a ilusionarme con tirar paredes en la doble visera de grande, creo que todo hincha del rojo ha soñado alguna vez con eso desde chico.
Mi primera pelota, una pelota “Pulpo”, mi viejo la compró supongo porque le recordaba a su infancia. No sé bien que fue de esa “Pulpo”, no estoy seguro si la pinché o si de un zapatazo salió volando por la ventana o terraza del departamento en el que vivíamos. Pero un día mi abuelo sacó del baúl de su auto una pelota de cuero blanca con pentágonos negros, podría decir que fue una de las pelotas más lindas que tuve. Tampoco sé que fue de esa pelota, tal vez me la olvidé en alguna cancha o quedó colgada en algún árbol.
Pero no estoy escribiendo esto para hablar de una pelota sino de la magia de una camiseta. Esa gloriosa roja que no me sacaba jamás. Tenía camisetas de otros clubes europeos, pero sí hay algo que yo sentía era que cambiar de camiseta era traición. No sé bien el por qué, pero tenía tanta imaginación de chico que jugaba a ser jugador profesional y como había sido bien educado en que Independiente era el “Rojo rotundo, campeón de todo el mundo” siempre usaba mi camiseta roja debajo de la del Bayern Munich, Inter, Barcelona, etc. Yo pensaba “¿Qué dirán los del Rojo que me vean con otra camiseta? ¡Se ofenderían! No, de ninguna manera permitiría que eso pase, porque soy de Independiente, de Independiente y nada más…las camisetas europeas son porque los clubes te compran para que juegues y punto, pero yo soy del más grande, del diablo de Avellaneda”.
Fiel a mi esencia, jamás traicioné el color rojo, me acompaña hasta el día de hoy. Siempre festejé los goles en las canchas donde jugaba besándome el escudo y eso es algo que siempre me hizo sentir parte del club. Por más que no fui socio hasta el año pasado, mi abuelo había sido campeón de atletismo, había conocido a muchos jugadores, había visto TODO puertas adentro desde muy chico, entonces de cierta manera yo siempre me sentí parte del club, nunca afuera, nunca de otro cuadro, siempre adentro, siempre de Independiente.
Jugué a ser Mondragón en el arco, a ser Garnero, Rambert, Calderón, Forlán y Milito cuando me tocaba defender. Después jugué a ser Rolfi, el Pocho y Pusineri, creo que ese fue el último recuerdo de “jugar a ser” de chico. Disfruté del Kun, disfruté de la sudamericana y desgraciadamente sufrí el descenso. Pero jamás voy a lamentar ser hincha del Club Atlético Independiente, sentir tanta pasión es algo que no puedo cambiar, todavía no me sale negarlo o que me de vergüenza decirlo cuando pierde, cuando no le salen las cosas o cuando no es el que debería ser. No me sale porque yo aprendí desde que nací que este club es enorme pase lo que pase, en las buenas, en las malas, digan lo que digan, hagan lo que le hagan.
Cada loco con su tema y te pido que a mí me dejes con esta locura sana. Esta locura que hace que mis fines de semana sean ansiosos, de vez en cuando hiperquinéticos, algo inentendibles para quienes no comprenden lo que me produce que alguien diga “Hoy juega Independiente”, “Rojo”,”Bochini”,”Kun”, “Mancuello” o “Avellaneda”. Las reacciones pueden ser muchas, pero te aseguro que siempre van a ser motivo de alegría, euforia y sobre todo el pecho se me infla de orgullo.
Hoy nuestro querido club cumple ciento once años. Si, tres unos. Tres primeros puestos. El más grande en el pasado por todo lo que ganó, el más grande e insuperable en el presente por seguir siendo siete veces campeón de América y de a poco, con fe, camino a ser el más más grande en el futuro.
Es tiempo de agradecer, tiempo de pedir deseos, tiempo de confiar, de sonreír, de abrazarnos, de cantar nuestro himno, de confiar en nuestro plantel y sobre todo, es tiempo de tirar todos para adelante como familia roja.