promesas de padre
promesas de padre
Promesas de padre
22/12/2017
Por: Javier Brizuela
22 de diciembre de 2017
Yo fui el primero de mi grupo de amigos en ser padre. Por eso cada vez que le toca a otro y lo voy a felicitar, me tomo el atrevimiento de reiterar la misma frase. “A partir de hoy, dejás de ser lo más importante en tu vida”, les digo, aprovechando mi experiencia. Los que tienen hijos pueden dar fe de lo real que es esa afirmación. Cualquiera puede decir que da la vida por los colores, por la patria, la vecina o lo que sea, pero es pura cháchara. Ahora cuando se trata de un hijo se acaba la sanata y lo demás no existe. Para bien o para mal, todo deja de tener sentido cuando vemos caer lágrimas de sus ojos.
Aquel fatídico 15 de junio (tanto que ni hace falta decir el año o agregar otro dato), me tocó no solamente sentir el enorme dolor de ver sufrimiento en su rostro, sino también tener que soportar el mio y la culpa que me generaba verlo así. En medio de tanta tristeza (uno podía girar y darse cuenta que eramos miles los padres en la misma situación), padeciendo esos instantes de belleza (algo que se entiende después) tan crueles, le agarré la cara y le prometí que todo iba a estar bien.
Ese fanatismo a veces ridículo, otras enfermo, pero siempre tan presente e inevitable nos estaba desgarrando por dentro, Independiente se nos escurría de las manos y a mi no se me ocurrió otra cosa que decirle que íbamos a volver a ser lo que siempre fuimos. Obviamente no tenía ningún tipo de fundamento ni la más pálida idea de como sucedería, era simplemente una expresión de deseo en ese marco de angustia y desesperación.
Quizá en ese mismo lugar, a lo mejor en su casa, o vaya a saber uno donde, seguramente había otros padres prometiendo lo mismo, con la enorme diferencia de tener la capacidad necesaria para lograrlo. Uno de ellos era ese ignoto Ariel Holan, que hace un año llegó a Independiente ofreciendo su corazón Rojo mientras lo mirábamos de reojo. Y con la misma pasión que nos hizo decir en medio de la peor de las pesadillas que todo estaría bien, él nos devolvió la identidad y lo convirtió en una realidad soñada.
Si bien llevaremos por siempre la cicatriz de aquel 15 de junio, en el mismísimo Maracaná cerramos la herida, con las mismas lágrimas, los mismos abrazos, pero esta vez llenos de orgullo, desahogo y alegría. Porque en Río ganamos mucho más que una copa, nos trajimos de nuevo a Independiente.
Gracias a ese padre que hoy nos dejó por lo más importante en su vida (por más que puedan agregarse otras razones), hace una semana pudimos cumplir nuestras promesas.