quinta a fondo 2
Por: Sebastián Casas
19 de octubre de 2019
El 19 de octubre de 1974, el Rey de Copas ganaba su quinta Libertadores de América luego de derrotar por 1 a 0 al San Pablo de Brasil en un tercer partido en Santiago de Chile. Así sumaba su tercera copa consecutiva en años de una supremacía Roja absoluta.
El equipo fue dirigido por una gloria del club, Pipo Ferreiro. Carlitos Gay fue el héroe de la noche atajando un penal, y el Chivo Pavoni convirtió el gol para reencontrarse con su mejor amiga: la Copa Libertadores de Independiente.
El Orgullo Nacional venía de ganar todas las copas de 1973 (Libertadores, Interamericana e Intercontinental) y afrontaba una nueva Copa con el objetivo de repetir el título por tercera vez consecutiva. Después de cantar Vale Cuatro se ganó la clasificación a la Segunda Fase de la edición del 74. En esta instancia se iba a encontrar en el Grupo A con otros dos grandes equipos del momento, el Huracán de Menotti campeón del Metropolitano de 1973 y el campeón uruguayo Peñarol. El Globo llegaba como ganador de un grupo que tenía a un gran Rosario Central y a los mejores de Chile, mientras que Peñarol había sido vencedor de un grupo que tenía a su clásico Nacional y a los dos gigantes paraguayos.
El Rojo debutó enfrentando a Huracán en condición de visitante. Empezó ganando el partido en el Ducó con un gol de Bochini de cabeza ¡y durmiendo al Coco Basile! pero en el tramo final empataría Brindisi (gloria de Huracán mucho antes de dirigir al Independiente Supercampeón del 94). No se trataba de un mal resultado por visitar a un equipo que quedó en la historia del fútbol argentino y que contaba con grandes figuras.
El segundo choque fue una prueba de fuego que a la vez traía otras complicaciones, ya que la lluvia postergó el partido que Independiente debía jugar con Peñarol en Montevideo. Debía jugarse el 17 de septiembre y finalmente se pasó para el día siguiente, dejando el calendario demasiado apretado para los Rojos. Al Rey poco le importó y venció con autoridad al conjunto uruguayo, que logró igualar dos veces el partido. Bertoni convirtió el primero olímpico y Balbuena en dos oportunidades puso el 3 a 2 final.
La alegría de la victoria relevante no fue completa, el Rojo tuvo que soportar el mal clima y esperar un día más para jugar. ¡El problema es que el siguiente partido estaba estipulado a los dos días! El equipo llegó a Buenos Aires el 19 y al otro día ya tenía que jugar un partido fundamental nuevamente contra Huracán, a no ser que aceptaran postergarlo un poco y jugarlo en igualdad de condiciones. Como no cedieron desde Parque Patricios, había que jugar casi sin descanso.
En Avellaneda, partido de copa, en años en los que Independiente dominaba ampliamente el continente, por más difícil que fuera el rival que le tocara enfrentar (del otro lado estaba uno de los mejores equipos argentinos de todos los tiempos); si había que hacer la heroica tenía un gustito especial y jamás se iba a achicar. El Rey de Copas recurrió a su mística y ganó el partido que tenía que ganar, no venció con lo justo, aplastó 3 a 0. Bertoni en el final del primer tiempo, nuevamente en los primeros minutos del complemento y Saggiorato cuando todavía quedaba media hora de juego, le dieron los 2 puntos al local que prácticamente lo colocaba en la final.
Al vencer Peñarol a Huracán, todo se definía en el último partido del grupo, con el clásico sudamericano jugándose en la Doble Visera. Independiente recibía al equipo uruguayo y necesitaba al menos un empate para ser finalista. El Rojo comenzó ganando con un gol de Bertoni, más tarde iba a igualar Morena (ídolo aurinegro, goleador de esta edición y segundo máximo artillero en la historia de la Libertadores) pero no se movería más el marcador y el equipo de Pipo volvía a la final.
El rival para ir por la quinta corona iba a ser San Pablo, equipo al que Independiente había eliminado en Segunda Fase de la copa de 1972. El conjunto brasileño llegaba invicto a la final, producto de 7 triunfos y 3 empates.
La ida se jugó en el Estadio Pacaembú de San Pablo y empezó bien para el Rey de Copas porque Saggioratto puso el 1 a 0 promediando el primer tiempo, pero en un inicio fatídico de la segunda etapa, el tricolor logró darlo vuelta y el primer chico se lo quedó el local por 2 a 1. La vuelta en la Visera se sabía que sería distinta y los Rojos no sufrieron para vencer 2 a 0 con tantos de Bochini y Balbuena. Un gran resultado porque superaba la derrota del primer encuentro y quedaba mejor parado de cara al desempate en el Estadio Nacional de Chile.
Con el reglamento de estos años, Independiente se hubiera consagrado campeón ese mismo día. Pero en ese tiempo se desempataba con un tercer juego, ya que la diferencia de gol no alcanzaba para declarar al campeón. Sin embargo el Rey había logrado una ventaja, ya que en caso de igualdad (partido + alargue) en esta finalísima, los penales directamente no correrían y por llegar con un global de 3 a 2 el Rojo se consagraría.
Aquella noche en Santiago, el Rojo de Pipo Ferreiro formó con Gay; Commisso, López, Sá, Pavoni; Galván, Raimondo, Semenewicz; Balbuena, Bochini y Bertoni.
Una mano en el área de San Pablo a los 27 minutos del primer tiempo, posibilitó el penal que convirtió el Chivo Pavoni con un fuerte remate entre el centro del arco y el palo derecho del arquero, que voló para el otro lado. Independiente se fue al complemento con ese 1 a 0.
A los 27 minutos pero del segundo tiempo, el penal fue para San Pablo. Carlos Gay tenía la oportunidad en el arco que le había dejado el gran Pepé Santoro y lejos de desaprovecharla, se vistió de héroe y le contuvo el remate a Zé Carlos.
El Rojo aguantó los minutos finales para convertirse en Pentacampeón de América, ganando su tercera copa al hilo. Una hazaña más y muy festejada como siempre.
La quinta de las siete Libertadores que visten nuestra gloriosa vitrina ya era un hecho. Avellaneda era una fiesta y el plantel fue recibido como merecía en su arribo al país.
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