Independiente igualó ayer 1-1 ante Quilmes, en un partido que sirvió como el inicio de la rotación del equipo, pensando en los octavos de final de la Copa Sudamericana frente a Chapecoense. A pesar de las ausencias, frente al Cervecero se observó que el planteo de Milito está más allá de los nombres.
Una prueba diferente. Así se podría calificar al encuentro que disputó ayer Independiente ante Quilmes, en el Estadio Centenario. Las variantes que introdujo Gabriel Milito, con la cabeza en modo copero, se presentaban como un desafío para el avance futbolístico logrado por los once habituales del Rojo.
Bien se podría esperar que, ante la gran cantidad de modificaciones, la propuesta podría convertirse en una más tradicional, pero los cambios solo se dieron desde los apellidos, porque el Rojo se mantuvo firme en el intento que tiene desde la llegada del Mariscal.
Dejando de lado el apunto que deja el marcador final, el balance de lo hecho debe ser positivo. La “identidad” que tanto se nombra en los últimos años dentro del fútbol, es un rasgo que verdaderamente respeta esta nueva versión de Independiente.
Claro está que el equipo extrañó a las individualidades que le dan el cambio de ritmo necesario a la tenencia de pelota. Tal vez allí esté el principal motivo por el que Independiente no se trajo los tres puntos de Quilmes, pero, insisto, es saludable que la totalidad del plantel se mueva por el mismo camino futbolístico.
En la previa de un desafío clave para el Rojo como lo será ante Chapecoense, la rotación dejó buenas sensaciones. El cambio de nombres no generó una revolución en el equipo, sino que el respeto por la identidad del Mariscal fue lo que prevaleció.
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1859 correspondiente al día
18/08/2025 |
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