tengan orgullo
tengan orgullo
Tengan orgullo
01/12/2015
Por: Román Failache
1 de diciembre de 2015
Si había algo que caracterizaba a estos partidos era el ímpetu de Independiente, la incomodidad que le generaba a Racing aún siendo menos. ¿Cuántas veces les ganamos sólo con la camiseta? ¿Cuántas otras merecimos perder, pero el empuje y la garra, mezclados con el sentido de pertenencia, nos llevaron a un resultado favorable? Incluso nos dimos el tupé de ganarles yéndonos a la B con un equipo en muletas, con goles del Lolo Miranda y de Jonathan Santana. Pero ésta vez no lo entendieron. Se florearon en los laureles de que "la camiseta les gana sola" y aguantaron a que eso pasara mágicamente. Independiente sobró el clásico.
Mérito absoluto de Cocca. Planteo defensivo, entendió que esto iba para 180 minutos y jugó a esperar y salir de contra. Cerró las puertas de la última línea, bloqueó cada avance con una estructura de candado y dejó a Bou para luchar contra los gigantes. Otra vez, ganó Goliat. La recompensa fue mayor de la que pensaba llevarse: 2 tiros, 2 goles.
Pellegrino plasmó en la cancha un sistema inofensivo. Jugó a tener la pelota y buscó que los espacios se crearan por errores rivales o por las molestias que Vera pudiera ocasionar trabajando con el cuerpo. Aunque parezca que sí, él no puede hacer todo solo. Y claro está que, sin Méndez, Independiente no sabe qué hacer. Cada vez se hace más imprescindible.
La creación, entonces, quedó delegada a tres: Benítez, Ortiz y el Cebolla. Pero Cocca fue más inteligente. Le cortó los cables al misionero con dos tipos marcándolo encima; Ortiz, de gran partido en el clásico anterior, hizo absolutamente todo mal (hasta condicionó a Rodríguez en la jugada que deriva su expulsión), y el resto fue pan comido. Del Cebolla se esperaba que oficie de enganche, propiamente dicho. 15 minutos le duró la actividad, y luego empezó a renguear. Un tipo que no se puede entrenar con normalidad durante la semana y te deja a gamba en la serie más importante del año. Que haga una buena pretemporada y después vemos para qué está. Para salir a dar pena, prefiero un Trejo que, con todas sus limitaciones, al menos te corre los 90.
A Pisano no hace falta anularlo, siquiera. Aún con muy poco, me dio la sensación de que no estaba para salir, sobre todo si tenemos en cuenta la materia inerte que integra el banco: Lucero, incapaz de frenar una pelota y Aquino, el mediapunta insuficiente. No es casualidad que Pellegrino haya hecho dos cambios: no hay más que eso para mover.
De todos modos, este análisis tiene incógnitas de base que, por el bien de este club, hay que resolver de inmediato: ¿cuál es el fantasma que aterra al director técnico en los partidos decisivos? ¿Por qué un equipo brillante, que golea al dificilísimo Belgrano de Zielinsky, se derrumba a pedazos en una semana? ¿Tanto tiene que ver Méndez, que cuando no está el equipo no produce juego?
Si no se reacciona a tiempo, el domingo se va el último tren a esa copa que todos queremos. Ya dejamos pasar dos, y aunque los pesimistas lo vean yéndose del andén, aún estamos vivos. Más que nunca. Fútbol no falta: lo que falta es actitud ganadora, la misma que se viene pidiendo desde el empate con Estudiantes en casa. En la vuelta tienen que salir a comerse la cancha y a demostrar que el papelón que pasaron el domingo -porque eso es lo que fue- es inadmisible, una piedra en el camino. Tengan orgullo y háganse respetar.