gano la primera final

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Tres más

Por: Luciano Loricchio
20 de mayo de 2014

Independiente ganó de visitante después de ocho partidos y volvió a zona de ascenso, al menos hasta que juegue Instituto. En una ráfaga de cuatro minutos y de la mano del Pocho Insúa, dio vuelta un partido ante Douglas Haig, quien hacía 17 fechas que no perdía en condición de local. Con este 2-1, da un paso gigante en el operativo retorno y le devuelve, aunque a cuentagotas, la ilusión a los hinchas. Las lluvias que cayeron en Pergamino desde el domingo a la tarde destruyeron casi por completo el campo de juego. Se lo notó lento, repleto de barro y muy trabado. Así fue el primer tiempo: tedioso, sin asociaciones en ataque y sin jugadas claras de gol. Básicamente, una postal de lo que fue Independiente en esta segunda rueda. Los dirigidos por De Felippe empezaron intentando jugar por abajo, pero ante la imposibilidad de dar dos pases seguidos, comenzaron a abusar del pelotazo. Douglas Haig esperó tranquilo los ataques del Rojo. Los centrales fogoneros devolvieron casi todo los lanzamientos frontales y los que no, fueron desperdiciados por Parra y Penco, quienes no dieron pie con bola durante los primeros 45 minutos. El local, a su vez, aprovechó las espaldas de Morel Rodríguez para explotar el contraataque, pero las opciones que tuvo no fueron bien resueltas por Pablo Mazza, el picante delantero rojinegro. El partido, con el correr de los minutos, se tornó chato y aburrido. El árbitro ayudó a este desarrollo cobrando las faltas que no eran e ignorando las reales, cuajando un paupérrimo desempeño en todas las divididas y ganándose los reproches de Omar De Felippe, quien además ordenaba a sus dirigidos que mantengan la calma e intenten jugar con la pelota al pie. Los jugadores acataron la indicación del DT y la imagen del Rojo mejoró sustentablemente durante los últimos diez minutos, donde comenzaron a aparecer los creadores de juego, aunque con algunas imprecisiones. Así y todo, esa pizca de juego asociado ayudó a tirar al conjunto de Pergamino aún más hacia atrás, y le permitió a Independiente pisar el área en un par de ocasiones, aunque ninguna de ellas con peligro. Ya comenzado el complemento, el entrenador del Rojo decidió el ingreso de Matías Pisano por un Hernán Fredes que no gravitó, buscando así desbordar por la derecha para abastecer con eficacia a los delanteros. Sin embargo, el resultado fue otro: y su equipo se vio totalmente superado por Douglas Haig, quien a los diez minutos convirtió de penal. Mazza atacó otra vez por izquierda y Martín Zapata cortó con falta dentro del área. Estevenaux fue el encargado de convertir con un remate al medio y con potencia. La desventaja en el marcador obligó a De Felippe a buscar el empate con todas sus fuerzas, y antes de los 20 minutos de la segunda mitad ya habían pisado el campo Francisco Pizzini y Federico Insúa, por Zapata y Parra, respectivamente. En la jugada posterior al cambio del Pocho, y con actitud y suerte, una serie de rebotes luego de un corner decretaron el empate de Independiente en los pies del recién ingresado. Independiente necesitó que le mojen la oreja para comenzar a jugar como debería haberlo hecho durante las últimas 38 fechas: con ganas de convertir. Y así, como llegó el primero, llegó el segundo: la viveza de Insúa hizo que, ante un tiro libre en tres cuartos de cancha, jugara rápido para Pisano, quien con un preciso centro al segundo palo le cedió el gol a Penco, quien sólo tuvo que empujarla al lado de la raya. Ya se habían jugado 23 minutos del segundo tiempo, 68 del partido, pero sólo cuatro desde que había ingresado Insúa. Cuatro minutos, un gol y la viveza para armar el segundo. Cuatro minutos. ¿Es un acierto del DT realizar los cambios a tiempo o una estupidez inexplicable dejar al mejor jugador del plantel en el banco de suplentes? Así y todo, el resultado favorable encontró a Independiente con un equipo demasiado ofensivo para aguantar el resultado, y los de Pergamino, comprendiendo la situación, fueron al ataque con más corazón que fútbol. El visitante, por su parte, dependió del sacrificio de sus volantes de ataque para retroceder, pero con los armamentos suficientes para concretar alguno de los tantos contraataques que podían llegar a presentársele. Douglas Haig tuvo tres chances claras para empatar el partido: un cabezazo que besó el travesaño y dos gigantes intervenciones del Ruso Rodríguez le dieron respiro al Rojo, quien, luego de la arremetida del local sólo tuvo un tiro libre en la puerta del área en tiempo agregado, que Montenegro no supo aprovechar y terminó pegando en la barrera. Así terminó el partido, y así Independiente volvió, luego de varias fechas, y al menos por un ratito, a zona de ascenso. Una zona en la cual nunca mereció estar por su juego, pero sí por su historia y por su gente. Independiente sigue vivo, Independiente sigue en la pelea. Quedan nueve puntos, tres partidos más. No nos defrauden.
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