Cuando era chico me encantaba que mi abuela me contara cuentos antes de irme a dormir. Supongo que a todos, o la mayoría le debe haber pasado. Hablo de cuando era muy chico, quizás 4 o 5 años. Me acuerdo que si bien ella tenía una larga lista de cuentos, yo le pedía siempre el mismo. Creo que le pedía el cuento del lobo que sopla las casas de los cerditos... no importa, no viene al caso. Lo que sí viene al caso, es que yo sabía perfectamente cada palabra del cuento, sabia como terminaba, como transcurría todo, pero a mi me gustaba escucharlo una y otra vez.

Hoy Independiente es un cuento de mi abuela.

Porque en este espacio tranquilamente podría estar pegada la columna del partido ante Banfield, o la de Gimnasia, o la de Godoy Cruz o la de Unión. Sólo debería haberse modificado el rival, y el autor de los goles. Pero después, el partido de Independiente fue uno más en esta ya extensísima lista de partidos que terminan en empate luego de ir ganando, con el equipo siendo superior, y con un gol en contra absolutamente evitable.

Almirón puso en cancha un equipo muy similar al que enfrentó al Taladro, con Pizzini y Benítez abriendo la cancha y Pisano de enganche. Y el transcurso del juego se fue dando como ya es habitual. Independiente recuperando en mitad de cancha, con una marca muy asfixiante que tenía a Jesús Méndez como abanderado, luego se salía rápido, cuidando bien la pelota, haciendo ancha la cancha y buscando paredes y diagonales para entrar al área.

Y el comienzo auspicioso, una vez más se vió reflejado por la llegada del gol. Una gran contra comandada por Pisano, deriva en un perfecto centro para que Albertengo defina de cabeza al palo izquierdo de Sara.

Todo acorde al cuento.

Independiente siguió jugando bien, pero con menos intensidad. Las líneas un poco más retrasadas y se comenzó a revolear más la pelota. Por eso le facilitaron la tarea de la recuperación a Boca. Porque Pisano venía siendo clave en el manejo de los tiempos, junto con Mancuello y Albertengo, pero por los aires, los centrales rivales se veían muy beneficiados.

Llegó un córner, una desatencipon defensiva, el arquero tampoco salió a cortar. Y el gol del empate por la cabeza de Burdisso.

Todo acorde al cuento.

En el segundo tiempo, el equipo de Arruabarrena se paró unos metros más atrás y le dió iniciativa a Independiente. Que buscó pero no pudo concretar. El juego pasó mucho por los pies de Pisano, que solía decidir bien, y se atacaba más que nada por el lado de Fuenzalida, y por allí Independiente tuvo algunas chances, una de Tagliafico, una de Mancuello y una de Benítez. Ninguna se pudo concretar.

Llegaron el primer cambio, quizás con algunos minutos de retraso, Lucero por un Pizzini deslucido, que mucho no pudo aportarle al ataque y encima se perdió una chance bastante clara mano a mano con Sara. Pero igualmente Independiente daba la sensación de estar seguro y ser más. Porque a Boca le costaba incomodarlo y solo tuvo una clara de Meli sobre el final.

El equipo tocaba bien, aunque con el correr de los minutos, los nervios y la desesperación le fue jugando en contra.

Todo acorde al cuento.

Y para que este cuento tome un giro inesperado, Mancuello cometió una chiquilinada que le valió una justa amarilla, que era la segunda, y por ende la expulsión.

Y así el partido se fue escurriendo, con la gente muy enojada y con el mismo final de siempre, que ya conocemos. Empatamos de vuelta. Nos empataron de vuelta.

Lo bueno es que contra Racing, la semana que viene, hay otro cuento, uno especial, que nos gusta repetir cada torneo, suele tener final feliz y nos alegra cada vez que lo escuchamos. Ahora bien, ¿será capaz el equipo de cambiar de historia?.