una historia de amor y odio
una historia de amor y odio
Una historia de amor y odio
29/01/2014
Por: Lucas Riggio
29 de enero de 2014
Su talentosa técnica mezclada con su característica y pícara gambeta vistiendo el conjunto rojo de Argentinos Juniors hicieron que importantes equipos del país pusieran sus ojos en él. Y claro, Independiente no fue la excepción.
Con una estatura de 1,79 metros y 22 años, el “Pocho” Insúa logró entrar en el corazón de muchos hinchas rojos y comenzó una historia que tuvo como principal ingrediente una relación de amor-odio que, con aclaraciones de por medio, finalizó en -por ahora- una incierta vuelta a uno de los más sufridos Independientes de la historia.
Todo comenzó en el 2002. En la cancha de Racing, antes de debutar, el Pocho recibió una ovación insólita de parte del público Rojo, como que se presentía su paladar idéntico al nuestro. Américo Gallego, quien luego asumió como flameante director técnico del conjunto de Avellaneda, armó un equipo con la idea de pelear en lo más alto (y vaya si lo hizo). Hernán Franco, Leo Díaz, Lucas Pusineri, Diego Castagno Suárez y Federico Domínguez fueron algunos de los jugadores que llegaron seis meses después que el Pocho, quien llevaría nada menos que la mística “10” en la espalda y que pasaría a ser -junto a Gabriel Milito, Daniel Montenegro y Andrés Silvera- uno de los estandartes de un gran equipo campeón.
El campeonato obtenido y la magistral actuación del “10” (con 14 tantos convertidos), hicieron que se ganara el cariño total de los simpatizantes que ya hacían sonar el “Pochoo, Pochoo” que retumbaba en la vieja Doble Visera. En 2003 el destino lo llevó a vestir la camiseta del Málaga -en donde metió tres goles- pero no tardó en volver; en la siguiente temporada se puso nuevamente la camiseta roja acompañada con los clásicos pantalones azules.
La vuelta del delantero consolidó aún más su buena relación con la gente y, pese a no conseguir títulos en su nuevo período en el Club, ya era considerado un emblema entre los jugadores que representaban a Independiente en ese entonces.
Pero no todo fue fácil para el enganche creativo. En 2005 comenzaron a sonar los rumores sobre las posibles transferencias de Insúa hacia equipos nacionales como internacionales. Cuando todavía su futuro era incierto, el Pocho declaró: “En Argentina no voy a jugar en ningún otro club que no sea Independiente”. Y tan sólo dos semanas después de dicha frase, es cuando la relación con los hinchas se rompió. Es que, a muy poco de haber “tranquilizado” a los simpatizantes al asegurar que no vestiría otros colores en el país que no sea el rojo, terminó arreglando su futuro, nada menos, que con otro de los grandes del país: Boca Juniors.
"Insúa tiene ganas de jugar en Boca. Por más que Independiente iguale la oferta, ya que podría conseguir el dinero, de nada serviría tener un jugador que no se sintiera comprometido con nuestro proyecto. No tendría sentido", comentó, luego de lo sucedido, quien era el presidente de Independiente, Julio Comparada.
Insultos de todo tipo, banderas y cantos en contra de Insúa comenzaron a sonar en cada uno de los partidos de Independiente. La Doble Visera fue testigo de la sensación de dolor y defraudo que repercutía en el enojo de los hinchas por sentirse traicionados. Uno de los jugadores más queridos en los últimos tiempos había pasado a ser, probablemente, de los mas odiados.
Así, no sólo la excelente relación que el Pocho había tenido con la hinchada, sino también sus goles, sus festejos y sus gambetas, pasaron a ser recuerdos agridulces que, durante años, permanecieron de la misma manera. Pero todo cambió en el 2012 cuando, siendo jugador de Vélez y habiendo pasado ya por el Borussia Mönchengladbach, América, Necaxa, nuevamente por Boca y Bursaspor, explicó lo que verdaderamente había ocurrido: “Comparada le mintió a toda la gente. Con él no volvía más al Club, aunque tenía ganas de regresar. Tenía que comprar el 50 por ciento del pase o quedaba libre y no lo hizo. A la gente le dolió que me vaya a Boca pero el tiempo me va a dar la razón. Me fui con tres años de contrato”.
De esta manera, la gente, lentamente, comenzó a entender al enganche que sonó en varias oportunidades como posible refuerzo. Sin embargo, el mismo Insúa necesitaba estar seguro de cómo había quedado su conexión con los hinchas.
La despedida de Gabriel Milito en el Libertadores de América -en la que el equipo del 2002 se enfrentaba con amigos del Mariscal- fue el termómetro ideal para medir la temperatura de la tribuna y, sin dudas, fue más que positiva. Los hinchas lo recibieron de gran manera y, por lo que dicen quienes más lo conocen, sus ganas de volver crecieron considerablemente.
Así, finalmente, la historia del Pocho Insúa con Independiente tiene un nuevo capítulo. Hoy, pasando por el peor presente futbolístico del Club y con una realidad institucional que tampoco ayuda, decidió volver para poner al Rojo en donde nunca debió haberse ido. Los recuerdos reviven su color y la gente se entusiasma nuevamente. El tiempo le dio la razón...