300 metros
300 metros
300 metros
09/09/2015
Por: Eugenia Ferreras
9 de septiembre de 2015
Qué cosa, este fin de semana. Nuestro Clásico va a ser uno más. Como si fuera uno más.
"Somos rivales, no enemigos", dice el marketing. Pero no, marketing. Rivales no. Hermanos. Y de los que son totalmente distintos. 300 metros distintos. Aún estando tan cerca. Y es que bastarían sólo 3 baldosas, como las que separaban las camas de dos hermanitos en los 80 en Bernal, para que se note la diferencia.
Tan cerca, tan distintos.
Miralos a los dos. Los hermanos. Uno nació un año antes. Y sin embargo el que parece más grande es el otro. La forma de hablar, la forma de moverse.
Distintos. Como sus hinchas. De nosotros, de lejos se ve el fuego. De ellos, los papeles.
Y si mirá lo que son las tribunas. La cancha de ellos es redonda. Todo está dispuesto para que el jugador quede envuelto por la hinchada ni bien sale de la manga. 300 metros al lado, la hinchada no es protagonista. Acá la tribuna se pega a las líneas de cal y los escalones se levantan desde ahí. Acá los que están parados alrededor, dependen de los que están en el césped. Acá venimos a mirar.
Y es que desde los inicios, sus hinchas fueron señoritos que querían hacerse notar. Nuestros hinchas, en cambio, empezaron siendo la clase obrera que más necesitaba ver algo una vez por semana que los hiciera felices. Así, hasta hoy.
Por algo el hincha más famoso de Racing es un actor. El hincha más famoso de Independiente es el máximo ídolo de Independiente. Uno que vistió la camiseta del lado donde la historia se cambia.
Hermanos. Pero tan distintos. Nosotros nacimos de un grupo de pibes que querían independizarse de una empresa. Ellos, con el tiempo, terminaron convirtiéndose en una. Hasta la camiseta nos diferencia. La de ellos nació imitando los colores del país, pensando en querer representar. La nuestra, imitando los colores de un equipo que jugaba bien, pensando en querer jugar bien.
El Clásico memoria de que todo es igual a cuando empezó.
Leés los diarios y las redes sociales de esta semana, y aunque ellos vienen de haber ganado bien y nosotros de haber empatado mal, nadie se atreve a asegurar nada. Porque el Clásico es un partido aparte. Porque un 9 de junio de 1907, cuando nos encontramos por primera vez, se establecieron para siempre los roles.
Se parece, la previa de este sábado, a la de aquel otoño. Y eso que esa vez no veníamos de empatar 1 a 1 con Huracan, veníamos de perder 21 a 1 con Atlanta. No daban más, ellos. No podían esperar a cruzarse con su hermano mayor (el que había nacido después, pero parecía más grande. El que dormía tres baldosas, 300 metros, al lado). Nos querían matar.
La "Academia". Esa que mostraba orgullosa el celeste y blanco, creyéndose el primer grande argentino. El que sucedería al inglesito Alumni.
A esos, esa vez, les ganamos. A esos, estamos hechos para ganarles siempre.
Se parece, el aire de éste Clásico que viene, al de aquel primer otoño. Ese día en que ganamos con un gol de nuestro presidente, Rosendo Degiorgi, que tuvo que ponerse él mismo los botines para completar los 11. Ese Clásico, el primero, ya se había ganado con la camiseta.
Está bien lo que dicen: El clásico es un partido aparte. Lo fue esa primera vez y lo va a ser cada última vez. Mirarnos con ellos es como cuando dos hermanos se encuentran. Parándonos al lado de ellos es más fácil sentir lo grandes que somos.
Hermanos, tan distintos, que con el tiempo nos convertimos en padre e hijo.