la dieta de pellegrino
la dieta de pellegrino
La dieta de la longaniza
23/07/2015
Por: Eugenia Ferreras
23 de julio de 2015
Sentir que está todo bien, nunca quiere decir que está todo bien.
Y siempre, lo único que puede romper ese encanto, es estar todavía mejor.
Pellegrino llegó a un Independiente que se sentía perfecto y no entendía por qué no se le daban los resultados. Lo manifestaba el DT y lo decían los jugadores en cada entrevista, después de cada decepción. Más allá de bancarlo o no, la salida de Almirón generaba cierto temor, porque todos sabíamos que aun cambiando al capitán del barco y a un par de marineros, podríamos tranquilamente volver a chocarnos contra ese iceberg gigante, pero con punta mínima, que nunca llegábamos a ver y siempre nos hundía, partido tras partido.
Hoy, dos victorias después y con otro capitán, ya se puede sentir un cambio. Y digo sentir, no ver. Porque no hay marineros nuevos, ni tampoco cambió mucho el esquema. Pero se respira otro aire. Ni siquiera pesa la ansiedad por la ausencia de Mancuello.
Hay otro tipo de paz, la que llega siempre con los cambios -a los que hay que tenerles paciencia- pero también la que evidencia un cambio de cabeza.
Era lo que necesitaba Independiente hace rato y lo que nos dio la victoria el domingo pasado: contra Temperley ganamos de cabeza. No por el gol de Albertengo sino por el cambio de ánimo, que se vio desde el empuje que está metiendo Tagliafico hasta en los kilos que perdió Aquino. Y no subestimo lo de los kilos, porque -a pesar de ser el dato curioso con el que se está entreteniendo todo el periodismo desde que llegó Pellegrino a Dominico- también es otra representación de la misma lógica: si nadie cuestionaba que los jugadores podían estar mejor todavía, físicamente, nunca iban a desestimar sentirse al 100%.
Y no quiero dejar afuera a Benitez, que no deja de sorprender. ¿Qué hace que un pibe que estuvo siempre ahí tenga repentinas ganas de hacer todo bien y, más interesante aún, le salga –casi- todo bien? Por su lado, Martín no para de agradecer -a Dios, a su familia, a sus compañeros- cada vez que se acerca un micrófono desconcertado a preguntarle.
Agradecer es signo de que todo cambio interior, viene de afuera.
Paradójicamente, con Longaniza, llegó la dieta. En tres semanas, el Rojo ya perdió peso. La carga es más liviana.
Falta que lleguen los refuerzos, que firmen, algunos, incluso. Falta que las intuiciones se confirmen con el tiempo. Siempre falta. Pero es más fácil llegar al cambio, viniendo del cambio. De la sorpresa de que creíamos que estábamos más o menos bien, pero podíamos estar mejor.