todo mal
Por: Javier Brizuela
17 de septiembre de 2019
Era la apuesta para hacer. A todos nos gustó ver a su Defensa, en el que notamos cosas distintas, marcas propias de un técnico joven pero a la vez con experiencia. Todos lo pedimos, y como suele suceder frecuentemente, al parecer nos equivocamos.
Porque la primera palabra de la nota, no hace más que reflejar la sensación que tenemos todos los hinchas. De que a pesar del poco tiempo, algo necesario para llevar a cabo cualquier proyecto, y de ser políticamente incorrecto declararlo, la situación del entrenador tiene toda la pinta de ser irreversible. Ojalá sea otra equivocación y el Rojo empiece el sábado una seguidilla infinita de triunfos, pero hoy la impresión es que se llegó a esas instancias en las que solo se puede estirar la agonía.
Los resultados son lo más importante, no hay duda de eso, pero no es lo que nos lleva a esa percepción. De hecho ganó cinco de los diez encuentros que lleva, pero no, no es eso. A Holan le fueron esquivos los triunfos en los primeros partidos y sin embargo no disminuyó el crédito porque se veía una intención que entusiasmaba. Ahora pasa todo lo contrario.
Los imponderables abundan en el fútbol y de hecho son uno de los tantos atractivos que tiene. Los equipos pueden jugar mejor o peor y conseguir buenos y malos resultados, tampoco pasa por ahí. Todos los entrenadores saben de fútbol, no hay nada exacto y por eso el que hoy es un problema para una institución, puede ser la solución de los líos de otra mañana. Los casos como el de Gallardo son pocos y raros. Nosotros tuvimos uno por unos meses y luego lo echó todo a perder, siendo víctima de su propio ego.
Tachados los resultados y los imponderables, nos quedan las decisiones. Y ahí está la cuestión. Luego de diez partidos nadie sabe a qué juega Independiente. Ni cómo trata de hacerlo, ni con quienes. Y ese desorden que muestra el equipo dentro del campo, se alimenta detrás de la línea, con un técnico que desde que llegó no hace otra cosa que confundir.
Puso un pibe de entrada y a pesar de que jugó bien no lo llamó nunca más. Metió otro y tampoco lo volvió a convocar. Cuatro, tres, tres que no es tal, extremos que juegan de otra cosa. Un cinco, dos, tres. Uno de los mejores no es tenido en cuenta, para luego ser titular. Otros seis pasan de no ser convocados a ser titulares, o de jugar bien a sentarse en el banco o en sus casas a mirar como sus reemplazos pasan papelones. Sánchez Miño que juega un tiempo de cada puesto. No es titular el que vale siete palos verdes y si lo es el que sabemos hace siete años que no puede vestir la camiseta de Independiente. Falso nueve y afuera de la copa, para volver al falso nueve. Se apuró en hacer cambios con el equipo ganando y tardó en realizarlos cuando perdíamos. El club pagó millones en refuerzos que no juegan y en posiciones en las que no hay suplentes. Si son malos, que los incluya y exponga a los dirigentes que los compraron. ¿Sino para que los trajo? ¿Por qué aceptó que vengan?
Estas son solo algunas de las decisiones inexplicables que tomó el entrenador desde su llegada. Que no tienen nada que ver con los imponderables que tiene el fútbol. Porque una cosa es que Barboza en Defensa sea Trossero y en Independiente juegue como yo. Pero otra muy distinta es poner a Pizzini o hacer cambios como el del domingo, que nos hacen preguntar en ese instante ¿qué es lo que hace?
Y ahora con esta payasada de Pablo Pérez, que intentó ser una muestra de poder y firmeza. Pero termina siendo todo lo contrario, simplemente un burdo mensaje filtrado desde el propio cuerpo técnico. Como alguien que se filma a sí mismo dando propina. Con firmeza y poder reales, se soluciona en el vestuario y no se arma esta pantomima en la que él termina abrazado a Pablo Pérez y el club pierde a uno de sus mejores jugadores para el partido más importante en lo que queda del año, porque del resto de las competiciones ya nos dejaron afuera sus decisiones.
Y si decimos que está todo mal, extendemos la situación a jugadores y dirigentes. Ninguno puede quedar impune de esto. Los primeros porque hace rato no demuestran en la cancha responderle a un entrenador. Y los dirigentes porque desde que regalaron al goleador del torneo no pegan una. Venimos de un mercado de pases en el que se la pasaron durmiendo, y si bien lo maquillaron un poco con Lucas Romero, los errores nos llevaron a comprar caro, tarde y en muchos casos mal.
Tan mal que duele, como hoy el Rojo.
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