la mistica no es cuento
la mistica no es cuento
La mística no es cuento
26/08/2015
Por: Mauro Bajder
26 de agosto de 2015
Nací en época de vacas flacas. Bah, en realidad, junto con mi nacimiento vinieron algunos títulos, los últimos de una etapa gloriosa, el fin de una era. Desde que realmente tengo uso de razón, me acostumbré a las decepciones. Hubo excepciones, claro. En mi cabeza aún puedo revivir cada instante del Apertura 2002 como si hubiera sido ayer. Por supuesto, más cercana en el tiempo, la Sudamericana 2010 también la llevo como algunos de los meses más maravillosos de mi vida. Es más, al día de hoy me cuesta recordar alguna emoción más fuerte en mi vida que el abrazo con mi viejo una vez que convirtió el penal Tuzzio. Será por eso que mi cuerpo vibra mientras lo recuerdo para escribirlo.
Igual, volviendo al punto, salvando esas contadas alegrías, lo mío fueron las pálidas. Sí, nací en el peor momento de la historia de mi club. Qué se le va a hacer. Por eso mismo, el laburo de mi viejo fue esencial. Eran tiempos donde no había facilidades para convencer a un niño a ser hincha de Independiente. Pero imagínense lo bueno que debe haber sido lo suyo que jamás dudé un instante. Siempre fue parte de mí.
Entonces, de chico, no me quedó otra que alimentarme de historias, de hazañas incomparables con lo que tocaba ver cada fin de semana en la cancha. Me basta cerrar los ojos para para verme ahí, enano, con una cabellera llena de rulos, escuchando viejas consagraciones como si del mejor cuento infantil se tratara. Por una cuestión lógica, apenas pude ver algunas imágenes de aquellos tiempos. Pero creánme que, si quiero, puedo contarles a la perfección cómo Bernao volvía loco a los rivales, la capacidad de Hacha Brava Navarro para partir en dos algún delantero o hasta la facilidad que tenían Yazalde y Artime para cansarse de hacer goles. Ni hablar de cada pase Bochinesco... Bueno, sí, del Bocha ví varios vídeos, pero aún así heredé una verdad universal: cuando él la agarraba, lo mejor era ni siquiera tomarse el trabajo de contar al primer rival.
Y las copas. Cómo olvidarnos de las copas. Claro, por eso estamos acá. Será la Sudamericana y ante un equipo compatriota, pero siempre hay algo especial en el aire durante estos días, algo tan fácil de sentir como difícil de explicar. Desde chiquito, lo entendí escuchando y recreando cada gesta copera, recolectando con cuidado cada detalle de las finales, de esas noches de copa que también podría describir como si hubiera estado ahí.
Por eso, y sin importar el momento ni las circunstancias, me doy el lujo de llegar con el pecho inflado a cada competencia internacional, con la certeza de que hay un plus, algo extra que va más allá de todo. Ese "no se qué", ese baile al Gremio en Porto Alegre, la hazaña ante la Juventus, esa final en Uruguay ante Colo Colo. Sí, la mística.
"La mística no es cuento", me repitieron hasta el cansancio durante mi infancia. Y pucha que no es cuento. ¿Cómo explico, si no, este cosquilleo en la panza, esta expectativa incomparable, estas ganas insoportables de que una vez por todas comience el partido? Por eso, por lo que ví, por lo que imaginé y por lo que espero se vendrá, hoy me sentaré a ver el partido como ese niño que pasaba horas escuchando, imaginando felizmente que algún día le iba a tocar. Que sea el comienzo...